Dictaduras y socialdemocracias aridecieron la ciudad con un baño de concreto armado hasta ahogar la idea misma del alivio. Motores y bocinas decretan la sentencia de muerte de la cordura. En algún balcón en una lata oxidada una pequeña planta y hasta quizá una flor desafían el agobio. Se ven tan desamparadas y sin embargo resisten todas las tiranías de la mugre. De repente, como quien mira garzas vegetales, vemos una bandada de plantitas que aletean como mariposas con la brisa en los balcones, en las cornisas, en las ventanas de cristales astillados.