Si seguimos pensando que un cambio real es algo más que lo cosmético, algo más que repartir con alguna equidad las migajas que no consumen los sectores acomodados; si seguimos pensando que, como dijera Marx: “no se trata de reformar la propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva”, estos pasos tibios son apenas una puerta de entrada.