Las sociedades agrietadas que tenemos en este período en América Latina, muestran que esa división amenaza las libertades democráticas, la estabilidad económica y política y la existencia misma de algo que pueda denominarse como sociedad. O sea, de personas que se sientan parte de un mismo colectivo humano, con valores compartidos y acuerdos mínimos para la convivencia. Esta grieta no la puede resolver ningún político, ningún gobierno, si las personas que integran la sociedad no están dispuestas a aceptar convivir con las diferencias y los diferentes.