Los niños Mapuche, como todos los niños, miran, sufren y aprenden, para luchar todas sus vidas.
Son millones de dólares que pasan por el camino de Pidima a Los Sauces, Angol o Tirúa para engrosar fortunas de inmorales. Por allí pasan camiones enormes, cargados de las maderas que el Estado de Chile «facilita con sus fuerzas especiales» y también con delincuentes provocadores que buscan aterrorizar a un pueblo que no conoce el miedo.