Lo primero que debo aclara es que no soy palestino, no soy familiar de palestinos y tampoco estudié en un colegio árabe. Esto como principio básico para explicar mi dolor y denunciar este genocidio permanente que dura ya más de 72 años, a vista y paciencia de un mundo que mira con indiferencia esta tragedia. Y lo peor de todo, es que en muchos casos la justifica.