Para que todo siga igual
Los poderes ilegítimos intentan excluir al pueblo llano de lo que le concierne: la elaboración de su propia Constitución. Para ello usan y abusan de las cadenas heredadas de la dictadura: un sistema electoral inicuo, partidos políticos podridos hasta la médula que osan erigirse en representantes de un pueblo que los vomita. La lucha por la democracia continúa. El retorno a la humillante servidumbre aun es posible: es lo que hay que evitar dice Luis Casado.
Jean-Jacques Rousseau ya desconfiada de la democracia representativa: “La idea de los representantes es moderna: nos viene del gobierno feudal, de ese inicuo y absurdo gobierno en el cual se degrada la especie humana, y donde se deshonra el nombre de hombre. En las antiguas repúblicas, e incluso en las monarquías, el pueblo jamás tuvo representantes”.
Salir del destrato social
Una de las ideas políticas centrales del liberalismo ha sido, en sus inicios, la del contrato social. Según ésta, los individuos debemos abandonar una suerte de “libertad absoluta” para ceñirnos a una sociedad con obligaciones y derechos, conocida como “Estado”. Estado que, según los “nuevos” liberales, debe ser cada vez más pequeño, las obligaciones más estrictas y los derechos más relativos. Aunque la vieja imagen parece haber triunfado en las realidades institucionales del mundo de hoy, dicho contrato no existe, ni existió nunca.