Clemenceau, el Tigre francés, no alcanzó a entender que la presidencia de la república tiene tal poder que es capaz de provocar una adicción, casi imposible de curar, pues es mucho más fuerte  que la del morfinómano. Los ancianos Sebastián Piñera y Ricardo Lagos, se mueren de ganas de volver a experimentar la “volada” del poder y, para lograrlo, no tienen ningún límite de hacer papeles ridículos, como querer convertirse en “salvadores” del país, y en el caso de Piñera, llegar a ser una especie de “estadista”.