¿Fue Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) el poeta místico del romanticismo que nos retrata la historia oficial? ¿El hombre que, desde la “anemia”, la pobreza y la tuberculosis, exaltaba el amor platónico y jamás rompía un plato? La respuesta es “NO”: fue un reconocido periodista, dirigió varios diarios y, además, desempeñó el cargo de censor[1] de novelas, el mismo que ostentó Camilo José Cela durante el franquismo.