Hace ocho años, una turba nazi prendió fuego a la Casa de los Sindicatos de Odessa y asesinó a docenas de personas ante las cámaras, a las que nuestros medios de comunicación sólo llamaban anónimamente «prorrusas». Lo que ocurre hoy en Ucrania es la consecuencia de ese crimen y de la forma en que se lo trató.