Las democracias también mueren democráticamente
Los grupos de investigación brasileños denunciaron en el New York Times (17 de octubre) que de las 50 imágenes más difundidas (virales) de los 347 grupos públicos del Whatsapp en apoyo de Bolsonaro sólo 4 eran verdaderas. Una de ellas era una foto de Dilma Rousseff, candidata al Senado, con Fidel Castro en la Revolución Cubana. Se trata, de hecho, de un montaje hecho a partir del registro de John Duprey para el diario NY Daily News en 1959. En ese año Dilma Rousseff era una niña de 11 años. Apoyado por grandes empresas internacionales y por servicios de contra-inteligencia militar nacionales y extranjeros, la campaña de Bolsonaro constituye un monstruoso montaje de mentiras a las que difícilmente sobrevivirá la democracia brasileña.
Brasil: El laboratorio de experiencias antidemocráticas
Con el golpe de 1964, Brasil inauguró el ciclo de dictaduras militares en América Latina. Ahora inauguró un nuevo ciclo de gobiernos antidemocráticos. La primera vez la ruptura democrática fué posible porque las fuerzas populares eran débiles como para resistir a un proyecto golpista que venía articulandose desde el final de los anos cuarenta, con la fundación de la Escuela Superior de Guerra y la difusión de la doctrina de seguridad nacional.
Bolsonaro es una creación de la clase media
Esta nueva derecha no puede combatirse con argumentos ideológicos, ni aplicándole adjetivos como «fascista» que solo entiende una minoría militante formada en universidades. La clave está en la disputa viva de la vida cotidiana. Eso es lo que vienen haciendo en las últimas décadas las iglesias evangélicas y pentecostales, con un éxito sorprendente. Defienden un patriarcado fundamentalista, con la intención de retrotraer las relaciones sociales al siglo XIX. Han levantado miles de templos, sobre todo en los barrios pobres y favelas, desde donde proclaman sus verdades y han jugado un papel destacado en el crecimiento de la nueva derecha.
Reporteros sin Fronteras: «Jair Bolsonaro es una seria amenaza para la libertad de prensa y democracia»
Discursos de odio, desinformación, violencia contra los periodistas, menosprecio de los derechos humanos: la campaña de Jair Bolsonaro, favorito en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil, ha hundido al país en un clima de gran tensión y augura un periodo oscuro para la democracia y la libertad de prensa. RSF expresa su preocupación por el futuro de este gigante de América Latina.
«Minutos después de que se dieron a conocer los resultados de la primera vuelta, Jair Bolsonaro manifestó su intención de “poner punto final a todos los activismos en Brasil”, resumiendo en pocas palabras la ideología autoritaria y retrógrada que ha sido propagada en todo el país por este exmilitar de 63 años.»
Bolsonaro y la derecha chilena
Tras el holgado triunfo de Bolsonaro en la primera vuelta en Brasil, la primera reacción del presidente Sebastián Piñera fue elogiar su propuesta económica. Un programa que reinstala el…
«El niño de Brasil»
«La derecha, los renegados de izquierda y otros malquerientes se prepararon en Brasil para buscar los flancos débiles del Partido de los Trabajadores y allí golpearlo. Simplemente los encontraron. Lo mismo pretenden hacer y lo harán fuerzas parecidas contra el próximo gobierno de México. El problema no será que busquen esos flancos débiles, sino que sus integrantes los tengan […]»
“Quien odia al hermano es un asesino”
“Quien odia al hermano es un asesino. Y sabéis que ningún asesino tiene la vida eterna” (1Juan 3,15). Pues estamos llenos de asesinos en nuestro país (Brasil) y sabemos especialmente de dónde vienen, aunque no exclusivamente: de un candidato que es claramente homófobo, misógino, enemigo declarado de los LGBTI, de indígenas y de quilombolas. Predica la violencia contra ellos, cosa que ya está siendo practicada en anticipación a su eventual victoria (que los cielos nos libren) en varios lugares del país por parte de sus seguidores, llegando incluso al asesinato del gran maestro de capoeira en Salvador, maestro del cantante Gilberto Gil y de Caetano Veloso, y a la violencia contra una joven de Porto Alegre a la que con una navaja le grabaron en la pierna la esvástica nazi.
Una profunda derrota de la Izquierda
La izquierda pierde en Brasil por sus propios pecados más que por los méritos del ganador. La descomposición moral de la clase dirigente siempre le cobra principal precio político a quienes están en el poder. Ciertamente, no es plausible que el pueblo brasilero se haya transformado en derechista y enemigo de la democracia; en capitalista y neoliberal. Solo que se cansó de ser burlado por un partido de izquierda al que le puso muchas fichas en el pasado y hasta le reconoció méritos antes de que sus líderes se corrompieran.
El PT no es inocente en el triunfo de Bolsonaro
¿Cómo ha llegado Brasil a esta peligrosa situación en la que se encuentra? Sin duda el PT tiene una alta cuota de responsabilidad. Lula y Dilma olvidaron en el gobierno loque prometieron en campaña y la desigualdad estructural persistió, lo que ha multiplicado la criminalidad y el narcotráfico. Así, la violencia de los marginados y de las policías ha crecido sin cesar. El modelo económico sigue intacto. Y luego se destapó la olla. Y varios políticos del PT fueron investigados por el Poder Judicial. Coimas y sobornos. Alianza espuria entre empresarios corruptores y políticos corruptos. Dineros para comprar legisladores y aprobar leyes en el Parlamento; financiamiento para campañas electorales y recursos para el funcionamiento del partido, el PT. A ello se agrega siempre la codicia personal de los operadores, que exigen dineros para tener una vida de lujos. Así se juntan corruptores y corruptos, en una misma moral, condenados a un mismo sistema que beneficia a unos pocos, protege los negocios y amarra las manos de los que se dicen progresistas. Vergonzante para un partido con origen en los obreros del Brasil.
Brasil en peligro: tres bombas de reloj
Algunas fuerzas de la sociedad brasilera actuaron o reaccionaron con el convencimiento genuino de que el golpe pretendía regenerar la democracia brasileña por vía de la lucha contra la corrupción; otros entendieron que era el modo de neutralizar el ascenso de las clases populares a un nivel de vida que más tarde o temprano amenazaría no solo a las élites, sino también a las clases medias (muchas de ellas producto de las políticas redistributivas contra las que ahora se movilizan). Obviamente, ninguno de estos grupos hablaba de golpe y ambos creían que la democracia era estable. No se dieron cuenta de que había tres bombas de reloj construidas en tiempos muy diversos, pero con la posibilidad de explotar simultáneamente.