Si pudiéramos escribir una historia de la corrupción y de su complemento, la impunidad, ésta sería un telón de fondo reverberante del devenir de las últimas décadas. Aparte, corrupción e impunidad son impensables sin el cinismo y la prepotencia reinantes. Por todas estas razones se debe rechazar categóricamente a quienes minimizan la corrupción de los regímenes progresistas en América Latina (que casi nada tuvieron de izquierda), aduciendo simplonamente que antes, con el neoliberalismo, la corrupción era peor; o simplemente señalando que las demandas de corrupción son parte de una campaña de la derecha en contubernio con grandes medios de comunicación; o cayendo en la torpe astucia de decir que la corrupción es propia del capitalismo (lo cual es cierto), de modo que primero deberá superarse al capitalismo para recién entonces poder combatirla (lo cual no es cierto)…