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Operación Alfa Carbón, hace 32 años

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El ministro de la Corte de Apelaciones de Concepción, Carlos Aldana, acusó a 18 agentes de la Central Nacional de Informaciones (CNI) de los delitos de asociación ilícita y homicidios de siete personas en el sur del país. El magistrado estableció que el 23 y 24 de agosto de 1984, la CNI montó una operación en Talcahuano, Concepción, Los Angeles y Valdivia para asesinar a siete dirigentes del MIR. La dictadura hizo aparecer los hechos como “enfrentamientos”.

Las ejecuciones fueron preparadas por la CNI en Santiago, con conocimiento de su director, el general de ejército Humberto Gordon. La operación la dirigieron el coronel Marco Spiro Derpich Miranda y el mayor Alvaro Corbalán Castilla.

LA CNI DE CONCEPCION

El juez Carlos Aldana estableció que en 1984, el jefe de la CNI en Concepción, Jorge Mandiola Arredondo, recibió información de sus agentes acerca de la reorganización del MIR en la zona, “logrando detectar algunos de sus dirigentes”. Mandiola informó al jefe de regionales de la CNI, Marcos Derpich Miranda, quien “envió al analista de la CNI mayor Joaquín Molina a evaluar la situación”.

Molina informó a Gordon, quien dispuso que Alvaro Corbalán Castilla coordinara “las operaciones para neutralizar a los miembros del MIR que estaban operando entre las regiones del Bío Bío y de Los Lagos, denominándose Operación Alfa Carbón”, señala la resolución judicial.

Corbalán estaba a cargo de la División Antisubversiva, compuesta por varias brigadas denominadas por colores, cuyo objetivo consistía en reprimir a los distintos movimientos o partidos opositores. Tenían como campo de acción la Región Metropolitana, salvo excepciones, y la jefatura de regionales.

Aquiles Mauricio González Cortés, segundo al mando de la División Antisubversiva, declaró al tribunal que Corbalán le dio la orden de poner a disposición de Concepción y Valdivia al personal de la Brigada Azul, encargada de reprimir al MIR, con 16 a 18 agentes. Además, “dispuso que varios equipos, integrados por personas de las distintas brigadas de Santiago, compuestas por dos o tres personas y con movilización y financiamiento propios otorgados por la División Antisubversiva, se trasladaran a las ciudades de Concepción, Los Angeles y Valdivia, para que, en coordinación con personal de las regionales de la CNI de las respectivas ciudades”, ejecutaran la operación. Asimismo, Corbalán “ordenó a su subalterno Patricio Lorenzo Castro Muñoz (apodado El Bejota) que se constituyera en Valdivia, a cargo de los equipos que se enviaron de Santiago, para dirigir y llevar a efecto las operaciones en esa región”.

Con igual objeto, el jefe de regionales, Marcos Derpich, dispuso que el jefe de la CNI de Chillán “hiciera lo mismo con el jefe de Valdivia, Héctor Reinoso Muñoz, y se integrara a su similar de Concepción y que el jefe de Puerto Montt, Oscar Boehwald, junto a dos agentes de su unidad, hicieran lo mismo con el jefe de Valdivia, Moraga Tresckow, para apoyar las operaciones”.

En el cuartel de la CNI en Concepción, en la Avenida Pedro de Valdivia, se realizó una reunión el 23 de agosto donde “se tomó la decisión de realizar diversos allanamientos y detenciones (sin existir órdenes ni procesos judiciales) y que el destino de los detenidos dependería del grado de peligrosidad para el régimen militar imperante, asumiendo que algunos de estos podrían ser muertos”, estableció el sumario.

El agente Sergio Mateluna Pino declaró que en ese encuentro “se explicó el plan a seguir, cómo hacer la operación, exhibiendo fotografías de personas (individualizadas en la investigación de Mandiola) que debían ser detenidas y eliminadas, a los cuales se les marcó con una cruz”.

ASESINADO POR LA ESPALDA

En la mañana del 23 de agosto de 1984, varios equipos de la CNI seguían a tres miembros del MIR desde la Plazoleta El Ancla, en Talcahuano. Al percatarse que eran seguidos, uno de ellos, Luciano Aedo Arias, “abordó un bus de la locomoción colectiva, en dirección al sector llamado Hualpencillo, lugar en que bajó del móvil y trató de huir a pie, siendo seguido por varios equipos de la CNI e interceptado en la esquina de calle Grecia con Nápoles, y sin conminación alguna ni orden que lo autorizara, el agente Luis Hernán Gálvez Navarro, le disparó con un arma de fuego cayendo herido al suelo”.

El agente de Santiago, Roberto Antonio Farías Santelices, con un fusil AKA 47 disparó “una ráfaga directamente a la espalda de Aedo Arias, resultando muerto en el mismo lugar”, señala la investigación del juez Aldana.

Los otros dos miembros del MIR, Nelson Adrián Herrera Riveros y Mario Octavio Lagos Rodríguez, en Talcahuano subieron a un taxibus de recorrido a Concepción. “Fueron seguidos por otros equipos operativos de la CNI, que en el trayecto se coordinaron con Carabineros para interceptar el móvil, que iba con pasajeros, frente a la Vega Monumental, específicamente en Avenida 21 de Mayo con Mencia de Los Nidos”. Al llegar al lugar, aislado por Carabineros, “los miembros de la CNI ordenaron bajar a todas las personas del vehículo, pero como algunos se negaron, entre ellos Herrera y Lagos, les lanzaron bombas lacrimógenas, obteniendo que todos descendieran”. Fue la “oportunidad que aprovecharon los agentes de la CNI para disparar a Herrera y Lagos, resultando ambos heridos”.

A pesar de estar herido, Lagos intentó huir, pero el agente Manuel Morales Acevedo, alias El Baretta, le disparó con un AKA, y le produjo la muerte. Por su parte, Nelson Herrera, miembro del Comité Central del MIR, cuyo nombre político era “Emiliano”, fue detenido por los agentes Sergio Mateluna Pino, José Abel Aravena Ruiz, Luis Andaur Leiva y Patricio Alfredo Berton, quienes lo introdujeron a un vehículo.

Spiro Derpich Miranda coordinaba a distancia el operativo de exterminio. “Estuvo todo el día de los hechos en comunicación con los agentes de la calle a través de una centralita telefónica en el cuartel de la CNI de Concepción”, dijo a la justicia la agente Rosa Humilde Ramos Hernández.

La CNI se dirigió con el herido Nelson Herrera al hospital Regional de Concepción. Pero en el trayecto, Aravena recibió una orden radial de Derpich, que le indicó “que el detenido no podía llegar vivo al hospital y que debía ser eliminado”. Aravena pidió confirmar la orden. La comunicación “fue escuchada íntegramente por la víctima. Para llevar a efecto el cometido, uno de los agentes dijo que se debía escoger un sitio eriazo o de poco movimiento, por lo que desviaron su destino primitivo tomando la ruta a Santa Juana, y en el kilómetro 9 detuvieron el vehículo, bajando al detenido”, indicó la investigación judicial.

Colocaron en el suelo, de espaldas, a Herrera. “Andaur le colocó el pie sobre el pecho y con su revólver sobre la frente, a una distancia aproximada de dos centímetros, le disparó, ocasionándole una herida a bala cráneo cerebral, que le produjo la muerte instantánea. Luego de cometer este crimen, conducen el cuerpo aún esposado, hasta el Servicio de Urgencia del Hospital Regional, donde lo dejan abandonado y posteriormente, el agente Berton lavó la parte trasera del auto para eliminar la sangre”, precisa la acusación judicial.

UN DISPARO EN LA CABEZA

El mismo 23 de agosto alrededor de las 17:30 horas, los agentes de la CNI José Zapata Zapata y Bruno Soto Aravena, quienes seguían al mirista Mario Mujica Barros, en Los Angeles escucharon por Radio Bío Bío la noticia de las ejecuciones anteriores.

Entonces -prosigue el magistrado Aldana- y, “siguiendo las instrucciones de su jefe Jorge Camilo Mandiola Arredondo, en el sentido que una vez que se realizaran los operativos de Concepción debían ‘reventar la operación’, esto es, proceder a detener a Mario Mujica Barros, a quien seguían con anterioridad, procediendo a acercarse a su domicilio ubicado en calle Bombero Wyhmeister N° 841, Población Orompello de Los Angeles (…) Sin portar orden competente alguna, lo conminaron a salir del inmueble, a lo que se negó Mujica, procediendo los agentes a ingresar a la fuerza derribando la puerta y en circunstancias que Mujica se encontraba con su cabeza y cuello semi inclinado, recibió un impacto de bala en su cabeza, ocasionado por los agentes”, que le provocó la muerte.

Alrededor de las 16 horas, esta vez en Valdivia, los equipos de la CNI dirigidos por Castro Muñoz (El Bejota) detuvieron a Rogelio Tapia de la Puente y Jaime Barrientos Matamala cerca del puente Las Animas. “Sin orden competente y cruzando el río Calle Calle en un transbordador, los trasladaron al puente Estancilla, en el camino de Valdivia a Niebla, en el sector de Torobayo, lugar en que previamente se había cortado el tránsito”, puntualizó el ministro Aldana.

“En circunstancias que los detenidos se encontraban amarrados de manos y vendada su vista, los agentes procedieron a ejecutarlos, por orden de Patricio Lorenzo Castro Muñoz, disparando éste, los agentes Luis René Torres Méndez y Gerardo Meza Muñoz, además del jefe regional de la CNI de Valdivia, Luis Moraga Tresckow, quien se había negado a hacerlo, pero ante la orden reiterada de Castro Muñoz, los remató (…) Posteriormente a los fallecidos se les colocó armas en las manos para simular un enfrentamiento”, precisó.

El agente Torres negó los hechos ante el tribunal, pero Moraga Tresckcow aseguró que “al bajar a los detenidos se colocó a su lado un empleado civil, integrante del grupo del Bejota de Santiago y primero disparó el Bejota y luego el empleado civil que era Luis Torres Méndez”.

REMATADO EN EL SUELO

La eliminación de Juan José Boncompte Andreu en Valdivia también fue preparada minuciosamente. La agente Ema Verónica Ceballos Núñez (alias Flaca Cecilia), expresó que “se reunieron en la CNI de Valdivia, donde habían varios agentes, entre los cuales un alto oficial que venía de Puerto Montt (Oscar Boehwald Soto) y que se informó que al día siguiente se iban a detener a unos sujetos; y que este oficial la misma noche de la reunión ordenó a su equipo que le mostrara la casa de la persona que seguían”.

El 24 de agosto de 1984, alrededor de las 15 horas, varios equipos operativos de la CNI, a cargo de Castro Muñoz, concurrieron al domicilio de Juan José Boncompte, en calle Rubén Darío Nº 643, de la Población Teniente Merino en Valdivia. Fuertemente armados se distribuyeron en su contorno e “ingresaron al inmueble con el fin de detener, sin orden competente alguna, a Juan José Boncompte Andreu, a quien atribuían la calidad de jefe regional del MIR en Valdivia, el cual trató de huir de sus captores”.

Fue perseguido por los agentes que le dispararon, entre ellos, Oscar Boehwald Soto, ocasionándole una herida que lo hace caer al suelo.Verónica Ceballos lo alcanzó y “le disparó con su arma de fuego mientras estaba caído, recibiendo una herida a bala cráneo-encéfalo-facial que le produjo la muerte”, precisa el juez Aldana en el proceso.

LAS VICTIMAS

Luciano Humberto Aedo Arias, 34 años; Nelson Adrián Herrera Riveros, 30 años; Mario Octavio Lagos Rodríguez, 34; Mario Ernesto Mujica Barros, 32; Juan José Boncompte Andreu, 31 años; Rogelio Humberto Tapia de la Puente, 31 y Raúl Jaime Barrientos Matamala, 23 años.

El ministro Carlos Aldana acusó a los ex agentes Marcos Derpich Miranda, Alvaro Corbalán Castilla, Jorge Mandiola Arredondo y Patricio Castro Muñoz como autores de los delitos de asociación ilícita y homicidio calificado, en calidad de autores de los delitos de homicidio.

Los agentes de la CNI Roberto Farías Santelices, Luis Gálvez Navarro, Manuel Morales Acevedo, José Aravena Ruiz, Luis Andaur Leiva, Sergio Mateluna Pino, José Zapata Zapata, Bruno Soto Aravena, Luis Moraga Tresckow, Oscar Boehwald Soto, Ema Ceballos Núñez, Gerardo Meza Acuña, Patricio Berton Campos y Luis Torres Méndez, fueron acusados como autores directos.

Después de pasar el proceso a la etapa de plenario, corresponderá dictar las sentencias de primera instancia.

Publicado en “Punto Final”, edición Nº 859, 2 de septiembre 2016.

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1 Comentario

  1. libertad joan

    Leo con estupor y espanto, no porque estos hechos no los conozca , sino por la crueldad, la alevosía como mataron a los miristas, pienso en las familias de cada uno de ellos, en esos días de violencia, en el montón de uniformados esparciendo su miedo, su prepotencia cumpliendo las órdenes de quienes hoy imploran que les den los últimos días para ir a morir a su casas. ¡ no señores ! eso no es posible. Lo que acabo de leer, aún no termina . Ojalá sepamos cuando se pondrá fin a esta investigación que lleva años de proceso. Gracias al juez Carlos Aldana.

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