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La crisis de Renovación Nacional

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LA CONSCIENCIA EN LAS CLASES Y FRACCIONES DE CLASE DOMINANTES

Anota, en sus escritos, el malogrado teórico italiano Antonio Gramsci, que la cultura de las clases y/o fracciones de clase presenta rasgos que no solamente la identifican sino la contraponen con la de su antagonista. Por eso, señala en uno de sus escritos que mientras la cultura de las clases y/o fracciones de clase dominantes es una, típica, homogénea y consciente, la que exhiben las clases dominadas es múltiple, atípica, heterogénea e inconsciente.

Que la cultura de las clases y/o fracciones de clase dominantes sea consciente no significa que éstas tengan conocimiento de por qué lo son sino, simplemente, de la circunstancia de serlo; en verdad, el por qué poco o nada les interesa. Las clases dominantes son esencialmente prácticas; no intentan complicarse la existencia. Sin embargo, para nuestro objetivo, esta distinción es importante: constituye uno de los hilos conductores de las crisis que enfrentan las organizaciones políticas. El análisis de esta circunstancia nos hace volver la mirada hacia algunos aspectos teóricos.

Es sabido que el modo de producción capitalista se organiza en forma de Estado; allí se enfrentan las dos grandes clases constitutivas de esa forma de producir que son los compradores y vendedores de fuerza de trabajo. No debemos olvidar que el Estado es una organización coercitiva: establece por la fuerza las condiciones bajo las cuales ese enfrentamiento ha de ser posible. Todo Estado cuenta con una escena política en donde van a desempeñar el rol de actores determinadas personas naturales y jurídicas. Estas personas actuarán allí como ‘representantes’ de las clases y/o fracciones de clase que existan dentro de esa formación social. Las clases y/o fracciones de clase jamás van a desempeñar su rol de tales directamente sino debidamente representadas, para lo cual se establecen figuras jurídicas en la forma de partidos u organizaciones políticas que pueden establecer todo tipo de pactos y/o alianzas entre ellas. Así, tanto las clases dominantes como dominadas, si quieren participar en las disputas del poder dentro del Estado capitalista, deben hacerlo representadas por sus partidos; el campo de batalla donde han de medir sus fuerzas será meramente electoral. Y su objetivo: la fijación de reglas bajo las cuales se va a realizar la extracción de plusvalor. Las clases dominantes no quieren volver a la época en que sus homólogas disputaban entre sí, por las armas, el control de los negocios o de las áreas territoriales; tampoco quiere que al interior de las formaciones sociales se establezcan ‘mafias’ con sus propias reglas y condiciones.

COMPORTAMIENTO DE LAS CLASES SOCIALES

Por tanto, suponer que los partidos políticos nacen, simplemente, porque tienen que nacer es ignorar el rol que a cada uno de ellos les corresponde desempeñar dentro de una formación social: en la sociedad capitalista, los partidos se organizan para representar debidamente a determinados sectores sociales y para gobernar en beneficio de dichos sectores.

Renovación Nacional RN —al igual que la Unión Demócrata Independiente UDI—, es un partido que nació, precisamente, para defender los intereses de la clase y/o fracción hegemónica de clase dominante en el Bloque en el Poder dentro de la sociedad chilena. Había constituido con aquella una coalición denominada ‘Alianza Por Chile’ para enfrentar electoralmente a la otra coalición política formada por sectores social demócratas denominada ‘Concertación de Partidos para la Democracia’ y disputar con ella la representación de los intereses hegemónicos dentro del Bloque en el Poder criollo. A Renovación Nacional pertenecía el candidato que había obtenido la mayoría en las elecciones de 2009 y 2010, Sebastián Piñera.

‘Representar’ significa actuar en nombre y reemplazo de otro. No implica en modo alguno una actuación per se, tarea imposible para un conjunto humano dentro de una sociedad vertical, sino una función que toman sobre sí determinados actores para interpretar en la práctica política los verdaderos intereses de quienes se sienten representantes.

Una representación no tiene por qué corresponder a la declaración que hace quien ha de asumirla. Si bien así sucede normalmente, no tiene por qué asegurarse que siempre va a ser así. El discurso no siempre coincide con la práctica política; y es en la práctica política donde se revelan y determinan las clases sociales, sus fracciones y sus verdaderos intereses.

La crisis de RN comenzó a manifestarse en toda su dimensión luego de la derrota electoral de Evelyn Matthei, candidata de la coalición ‘Alianza Por Chile’; a partir de entonces empezaron a hacerse públicas las consiguientes inculpaciones y exculpaciones recíprocas. Pero ese no fue su comienzo. En verdad, dicha crisis estaba ya presente y se manifestaba en los continuos altercados entre personeros de la UDI y RN y al interior de esos mismos conglomerados. E, incluso, antes. Y es que, como ya se ha aseverado, ambas colectividades nacieron para representar de la mejor manera posible los intereses de las clases y/o fracciones de clase dominante al interior del Bloque en el Poder. Nacieron, sí, con visiones distintas de cómo realizar la defensa de tales intereses.

Mientras que, para algunos de sus constructores, la juridicidad y la nueva forma de acumular establecidas por el Régimen Militar no debían ser alteradas pues constituían la base de la institucionalidad y de su regulación, para otros personeros dichas bases debían estar permanentemente siendo revisadas y acomodadas a los nuevos requerimientos del sistema capitalista; y, si era necesario, ellos mismos debían estar preparados para cambiarlas por entero. No constituía esta última opción sino una expresión de la idea que siempre ha tenido respecto del sistema capitalista mundial el sector más lúcido y dinámico de las clases dominantes para quien, si los requerimientos de aquel así lo exigen, deben establecerse nuevas bases y condiciones para la realización de los negocios, aunque ello implique desmontar toda una institucionalidad vigente. Complementa esta visión, por lo demás, aquella según la cual las verdaderas clases dominantes son esencialmente revolucionarias a diferencia de las clases dominadas que son extremadamente conservadoras. No es ésta una afirmación infundada: a las primeras, nada de lo que poseen les cuesta pues lo extraen de sus antagonistas; por consiguiente, pueden desarmar y rearmar lo que han construido en la certeza que podrán seguir haciéndolo constantemente pues cuentan con los recursos que le quitan a los demás. Las clases dominadas, por el contrario, nada tienen; por algo son dominadas. Se aferran, poderosamente, a lo poco que poseen y buscan mantenerlo bajo su cuidado a toda costa. Son, en consecuencia, tremendamente conservadoras. Y, sin embargo, llevan sobre sus espaldas la responsabilidad histórica de realizar, alguna vez y cuando sea posible, el cambio del propio sistema.

OBJETIVO DEL GOBIERNO DE SEBASTIÁN PIÑERA

Que al interior de una colectividad política coexistan personajes nostálgicos de la dictadura junto a individuos preocupados de dinamizar la percepción del plusvalor y hacerla cada vez más eficiente no constituye un problema mientras se es oposición; la cuestión cambia cuando se asume el gobierno de la nación. Por eso, la relación entre esos sectores dentro de los partidos RN y UDI comenzó a hacer crisis luego que Sebastián Piñera fue elegido presidente de la República. Y ello se debió a un olvido crucial: que la elección presidencial tenía un objetivo.

En los sistemas democráticos en donde opera la denominada ‘alternancia’, las coaliciones no acceden al mando de la nación simplemente porque a unos les corresponde hacerlo por derecho propio o porque ‘ya estaba bueno que hubiera un cambio’, sino porque las estructuras requieren determinadas transformaciones que faciliten la extracción del plusvalor y establezcan formas óptimas para la realización de los negocios. Y ello sucede porque, en el transcurso del tiempo, las instituciones y las reglas devienen en anticuadas o no reflejan las nuevas condiciones en torno a cómo se realizan los negocios en el plano internacional. Normalmente, las reglas no se cambian al compás de los acontecimientos, sino luego que éstos se han desencadenado y existe voluntad política para realizar los cambios.

La Concertación de Partidos Por la Democracia administró eficazmente la nueva forma de acumular impuesta por la dictadura durante los 20 años que gobernó la nación; sin embargo, no pudo (y no se atrevió) a realizar una serie de modificaciones al funcionamiento del modelo. Elementos inescrupulosos (entre los cuales se contaban, incluso, sujetos que militaban dentro de sus propias filas), deslumbrados ante la posibilidad de hacer dinero rápido, hicieron uso y abuso de las ‘bondades’ del mercado. Una verdadera ‘mafia’ de financistas invadió los organismos de gobierno estableciendo un fuerte intercambio entre el sector público y la empresa privada. No fue por otra cosa que los gobiernos ‘socialistas’ de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet fueron denominados ‘socialismo de mercado’. No fue por otra cosa que los gobiernos de la Concertación llegaron a su fin y Sebastián Piñera pudo acceder a la Primera Magistratura de la nación. O como lo expresamos en uno de nuestros documentos:

A nuestro entender, más que ganar por méritos propios o de su alianza, pareciera ser que Piñera ganó por la incapacidad de la Concertación de imponer su candidato. Desde este punto de vista, podríamos decir que si el candidato de la Coalición por el Cambio se impuso por sobre su adversario fue porque, en primer lugar, enfrentó a una organización desarticulada, conmocionada por disputas internas, dividida; en segundo lugar, porque esta coalición desorganizada, desunida, había buscado resolver sus contradicciones internas cometiendo tal cantidad de desaciertos que volcó en contra suya a la opinión pública, permitiendo su victoria. Digámoslo de otra manera: las acciones y/u omisiones de la Concertación hicieron que Piñera ganara. Es la única explicación posible a que una ‘coalición por el cambio’ se impusiese sobre su rival sin especificar a qué clase de ‘cambio se refería. Porque tal ‘cambio’ jamás fue definido en profundidad, cuando no fuese referido a los personajes que dominaron la escena política chilena desde 1990 en adelante”[1].

Sin embargo, el real objetivo del gobierno de Piñera era realizar todas aquellas transformaciones que la Concertación había sido incapaz de realizar. Y eso no necesitaba decirlo, porque estaba implícito en el juego electoral de la alternancia. En ese sentido, no existía entre ambas coaliciones, por consiguiente, una contradicción fundamental que las separase como enemigos irreconciliables sino, más bien, una complementación de tareas; lo cual no quiere decir, en modo alguno, que fuesen lo mismo, como erróneamente más de alguien pudiera suponerlo.

Realizar transformaciones a un Estado construido luego de un gobierno dictatorial no es cosa fácil pues existen elementos nostálgicos convencidos de la inconveniencia de esa tarea. Dichos elementos militan en los partidos que representan los intereses de las clases dominantes y creen que cualquier reforma podría destruir toda la obra de esa dictadura. Son incapaces de entender las reales necesidades de las clases cuyos intereses deberían defender. Podemos decir de ellos, empleando una sabia expresión popular que son ‘más papistas que el Papa’ pues, en vez de servir de soporte a la defensa de los intereses de los sectores del empresariado, se convierten, por el contrario, en un lastre para la realización de esa finalidad. Entre ellos y sus presuntos representados se establece una falta de correspondencia, un desajuste de proporciones. La representación natural[2] deja de serlo, pues toda transformación que no sea propuesta por ellos se mira como un atentado a la institucionalidad legada por el ‘libertador’, que es el nombre bajo el cual recuerdan al dictador. Entonces, la clase empresarial no tiene otra alternativa que recurrir a la llamada representación espuria o advenediza.

Así, las regulaciones que necesariamente deban establecerse para dar garantías a los propios capitalistas para realizar sus negocios comienzan a ser dejadas de lado y una burguesía depredadora y voraz comienza a actuar al amparo de la ‘libertad’ de comercio, atropellando todos los principios de convivencia social y creando un clima de desconfianza hacia el empresariado. Los casos típicos de ‘La Polar’, de Ponce Lerou y sus cascadas, del Supermercados Unimarc o SMU, de CENCOSUD, de la Universidad del Mar, la acreditación universitaria, los colegios subvencionados y de sus sostenedores, AGROSUPER, las protestas de Aysén, etc. ilustran con propiedad esta forma de hacer negocios en los límites de la ley con la protección de los elementos nostálgicos de la dictadura para beneficio propio. No puede sorprender que el grueso del empresariado, temeroso de un clima de enfrentamiento que tales actitudes impulsaban, haya exigido soluciones nuevas. Y que vastos contingentes sociales comenzaran a protestar en contra de los privilegios, que las huelgas se sucediesen unas tras otras, que los estudiantes saliesen una y otra vez a las calles y que las provincias se organizaran en contra de un poder central que acapara todos los recursos de la nación para entregarlos a los depredadores.

Los partidos políticos son estructuras pesadas, lentas. Reaccionan luego que la población sale a las calles y protesta. Son organizaciones de repercusión, pero de repercusión tardía. Luego que suceden los dramas comienzan a discutirlos; sólo entonces empiezan a hacerse presentes las voces disidentes y las divisiones se manifiestan como una solución. Son parte del llamado ‘poder legislativo’. No se les puede pedir que vayan más allá o más rápido de lo que establece la ley, que constantemente va a la zaga de los acontecimientos.

No bastaron las soluciones dadas a una serie de irregularidades en la realización de los negocios, como lo eran, entre otros, realizar fiscalizaciones a los grandes almacenes (Santa Isabel, Jumbo, UNIMARC, Monserrat) a fin de descubrir ventas de productos descompuestos y falta de higiene en esos locales en perjuicio del consumidor, realizar fiscalizaciones a los grandes restaurantes y heladerías a fin de comprobar similares condiciones de entrega de servicios, sancionar a empresas que se lucraban a costa de su clientela de escasos recursos, aplicar multas a grandes consorcios por el abuso de tarjetas de crédito, obligar a la devolución de comisiones cobradas de más por bancos, afrontar el problema de las acreditaciones universitarias y quitar la acreditación a las universidades que más trasgredían la ley, desmontar universidades que lucraban a costa del Estado como sucedió con la Universidad del Mar, cerrar establecimientos educacionales que lucraban con el dinero del Estado y no pagaban a sus profesores e inventaban alumnos, en fin.

Ninguna de esas acciones se realizó porque las autoridades fuesen ‘buenas’ o estuviesen ‘al lado de los pobres’: se llevaron a cabo para establecer regulaciones que dieran garantía a las clases dominantes de poder seguir realizando sus negocios, pero en un clima de transparencia y con reglas claras que brindaran a los inversionistas y clientela seguridades de estar operando en una sociedad modelo, respetuosa de sus compromisos y obligaciones.

Pero había otras cosas importantes que resolver. Los estudiantes habían denunciado, ya desde el gobierno de Bachelet, la necesidad de revisar el sistema educacional chileno, y las regiones comenzaban a cansarse de empresas que no cumplían con las disposiciones sanitarias y de promesas gubernamentales que jamás se concretaban; el problema hospitalario empezaba a hacer crisis como asimismo el habitacional. Para colmo, se requería resolver problemas sociales como el acuerdo de vida en pareja, pronunciarse acerca del aborto, de los extranjeros, de la libertad sexual. Era necesario resolver esos problemas. Y ello exigía revisar todo el andamiaje institucional heredado de la dictadura.

Los problemas comenzaron en el lugar preciso: donde se situaba la representación natural de las clases y fracciones de clase dominantes, y en el gobierno de Sebastián Piñera. Como ya se ha dicho, el detonante fueron las elecciones presidenciales de 2013.

DERROTA ELECTORAL Y CIERRE DE PENAL

Hemos aseverado que las clases y/o fracciones de clase dominantes son conscientes de su calidad de tales, pero no saben por qué lo son ni les interesa saberlo. Lo atribuyen, a menudo, a una gracia divina, a una dádiva de los dioses, a que sus representantes son los ‘mejores’, a que pueden dominar porque ‘ellos lo merecen’, en fin. Y puesto que sólo entienden la verticalidad dentro de una organización social, cada vez que sucede algo, buscan al ‘líder de la manada’ para sublimarlo o para hacerlo responsable de todos los desastres habidos y por haber. Así, no debe extrañar que las primeras discusiones dentro de RN se hayan orientado en torno a determinar quién o quiénes fueron los responsables de la derrota electoral. ¡Como si la opción de ganar hubiere estado ya predeterminada para ellos!

En consecuencia, la primera culpa debía recaer en el presidente Piñera. Y, sin embargo, pocas veces en la historia de Chile hubo tanta intervención electoral de parte de la Presidencia como en las elecciones de 2013. Sin embargo, hubo otra situación que polarizó a las fuerzas de Renovación Nacional.

El presidente Piñera había intentado resolver una serie de irregularidades institucionales heredadas algunas de la dictadura, otras nacidas de los convenios suscritos entre la Concertación y el alto mando militar. Así, por ejemplo, Piñera dispuso el traslado del mando de la institución Carabineros de Chile al Ministerio del Interior sacándola de la tutela de las Fuerzas Armadas y quitó la pensión que heredaban las hijas solteras de los oficiales de los institutos militares. Al aproximarse el 11 de septiembre, fecha en que se cumplían 40 años del golpe militar, el presidente decidió cerrar el penal Cordillera —creado en noviembre de 2004 bajo el gobierno de Ricardo Lagos, siendo su ministro de Defensa Jaime Ravinet—, considerando que era inaceptable tener en condiciones de privilegio a delincuentes tan despreciables como lo eran aquellos condenados por violaciones a los derechos humanos. La oposición a dicha medida fue rotunda por parte de la directiva de Renovación Nacional; sin embargo, el presidente Piñera dictó la medida con el apoyo de la Concertación y de la disidencia de ambos partidos de la Alianza.

Decisiones de esa naturaleza necesariamente habían de arrojar resultados nefastos. Comenzó así un juego de exculpaciones y recriminaciones mutuas. Individualistas como son, los representantes políticos naturales del empresariado no entienden sino la responsabilidad personificada. Necesitan encontrar un culpable. Y esa tarea los desnuda frente a sus representados que ven la incapacidad de ellos para asumir el mando de una nación y vuelcan todo su apoyo (condicional, por cierto) a una representación espuria que les garantiza la tranquilidad laboral, estudiantil y regional.

LA DISPUTA POR EL CONTROL DE RENOVACIÓN NACIONAL

Las contradicciones de clase en el sector de los representantes políticos naturales del empresariado, presentes desde hacía tiempo, comenzaron a manifestarse con ocasión del nombramiento del candidato presidencial. La UDI y RN quedaron con heridas en esas disputas. La derrota de Allamand en las primarias fue duramente criticada por el rector de la Universidad Adolfo Ibáñez Andrés Benítez quien responsabilizó de ese hecho, directamente, al presidente de RN Carlos Larraín. La imposición de Evelyn Matthei como candidata de la coalición fue un suceso que conmovió hasta las raíces a la tienda del presidente Piñera. Nunca nadie supo quién había escrito esa carta en la que se recordaba la calidad moral de la candidata.

“La  memoria es frágil, pero no lo suficiente como para pasar por alto que Matthei es una persona que debería estar fuera de la política desde que RN la sacó en 1992, por participar junto al Ejército, en la interceptación telefónica de distintas personas, entre las cuales se contaba Sebastián Piñera y jurar durante 70 días que ella no había sido”[3].

Luego, cuando ya no había más qué hacer, los conflictos comenzaron dentro de la propia organización política. Personajes carismáticos como el ex alcalde Manuel José Ossandón y el actual senador Andrés Allamand comenzaron a hacer públicas sus desavenencias. Especialmente, y luego de la derrota en las elecciones presidenciales, este último fue uno de los primeros en culpabilizar al presidente de ese hecho. A esas alturas, era sabido ya que Sebastián Piñera había pensado constituir una Fundación luego de retirarse de La Moneda, cuya finalidad sería la defensa del ‘legado’ de su gobierno. Se sabía, además, que a esa Fundación se irían a trabajar Cristián Larroulet, Andrés Chadwick, Rodrigo Hinzpeter, Bruno Baranda, Cecilia Pérez y Juan Carlos Jobet. Dicha Fundación marcharía junto a ‘Renovación Liberal’ RL, movimiento que se crearía con la disidencia de Renovación Nacional y sería dirigido por Lily Pérez.

En noviembre, el senador Antonio Horvath, que en contra de la opinión de su partido RN no apoyó la candidatura de Evelyn Matthei sino tomó el cargo de generalísimo de la campaña de Franco Parisi, manifestó que el programa de Bachelet tenía más puntos de acercamiento al de Parisi que el de la candidata oficialista. Fue aquel un golpe fuerte para la Alianza Por Chile.

El 8 de diciembre de 2013 reconoció Carlos Larraín, presidente de RN, que los conflictos al interior de RN se habían originado en la relación de ese partido con la UDI, colectividad con la cual

“[…] tenemos muchas coincidencias y eso permite discrepar en algunas cosas, pero desgraciadamente la UDI tiene un cierto instinto hegemónico, le gusta controlarlo todo, cosa que yo denuncié muy temprano en el gobierno de Sebastián Piñera, y eso hace muy difícil trabajar con ellos”[4].

Culpabilizar a otro en nada ayuda a solucionar las crisis internas. El clima fue haciéndose cada vez más denso al interior del partido. En diciembre, el senador Antonio Horvath presentó su renuncia a RN junto a Carlos Bianchi, otro parlamentario de esa colectividad; en el programa ‘Tolerancia Cero’ admitieron ambos estar constituyendo un nuevo partido que se llamaría ‘Democracia Regionalista’ DR.

Días después, el 19 de diciembre del pasado año, dos nuevos miembros de RN presentaron su renuncia a la colectrividad; éstos fueron la embajadora de Chile en Grecia Carmen Ibáñez y el director ejecutivo de la Corporación Horizontal Hernán Larraín Matte, hijo del ex presidente de la UDI Hernán Larraín[5].

Estas nuevas renuncias no conmovieron a Carlos Larraín, presidente del partido quien se  limitó a señalar que la crisis comenzó cuando el presidente no defendió con fuerza la candidatura de Allamand:

“[…] el comienzo de los problemas es que no se acató el resultado de la primaria, debería haberse usado para definir el candidato. El veto de Allamand no vino de la Moneda sino que principalmente por parte de la UDI que se opuso a que Andrés fuera el candidato, mientras que él esperaba ser la opción unitaria de ambos partidos. Esto fue forzado”[6].

En realidad, en Renovación Nacional, al igual que en la UDI, también existe un estamento y una dirigencia poco proclive a los cambios, profundamente conservadora; esta dirigencia ha merecido la crítica de gran parte de la militancia que no ha podido desbancarla hasta el momento. La dirige Carlos Larraín quien, representando exactamente la antítesis de los cambios, no vacila en reconocerlo públicamente; le sigue en ese orden de intolerancia su Vicepresidente Juan Carlos Camiruaga el cual, al producirse la renuncia de tres diputados de esa colectividad, se limitó a decir:

“[…] deberían haberlo hecho antes de las elecciones y no haber usado al partido para lograr su cupo parlamentario […] Este es un berrinche de niños chicos […] Están actuando como niños. No les gusta el resultado del partido y agarran la pelota y se van. No puede ser”[7].

Y, por su parte, el senador Baldo Prokurica:

“[…] siento que su decisión no la tomaron ayer, aparentemente la tenían pensada de antes. Entonces, desde el punto de vista ético, debieron renunciar antes de postularse como diputados en las elecciones pasadas. Se pusieron la camiseta del partido al cual terminaron renunciando; eso se podría reprochar”[8].

No debía extrañar, entonces, que una persona tan equilibrada como la senadora Lily Pérez, ante la imposibilidad de llegar a acuerdos que pudieren desentrabar el conflicto, propusiese la renuncia de toda la directiva del partido.

“Siento que le toca a RN dar todas las señales de que realmente nosotros sintamos que hay un espacio y que es algo que vale la pena seguir ahí (…) creo que la mesa directiva es una mesa que está absolutamente agotada y que deberían dar un paso al costado pero que debiera ser algo de ellos, voluntario”[9].

El 26 de diciembre, al día siguiente de Navidad, la ex ministra de Bienes Nacionales Catalina Parot indicó, a su vez, estar reflexionando acerca de su renuncia a RN, al igual que Bruno Baranda y Cecilia Pérez, secretaria general de Gobierno. Pero si alguien podía pensar que la directiva del partido iría a dar un paso atrás esa posibilidad pareció esfumarse cuando, al día siguiente, el Secretario General de la colectividad Mario Desbordes volvió a culpabilizar al gobierno de la crisis[10]. Pero ese mismo día, el diputado electo José Manuel Edwards propuso que se reuniesen los sectores disidentes en torno a la figura de Piñera a fin de poner fin a la crisis.

“El que está en mejores condiciones para frenar esta crisis es el líder natural de quienes están pensando en irse, que es el Presidente Piñera. En concreto, le pido que vuelva a militar en el partido para que todos sus seguidores también lo hagan. No puede ser que, al término de nuestro gobierno, no solamente hayamos perdido por lejos las elecciones sino que también estemos ad portas de perder nuestro partido”[11].

Días antes, y en el mismo mes de diciembre, había comenzado el diputado Cristián Monckeberg a redactar un documento para repartirlo entre las filas de los militantes de RN. El escrito, que fue caratulado como ‘RN y la derecha que queremos’, sólo pudo hacerse público a fines de ese mes y en su texto, en forma prudente, el diputado, después de advertir la grave situación por la que atravesaba dicha colectividad, llamaba a trabajar por la ‘paz’ dentro de la misma[12].

Cuando las crisis al interior de una organización se han desencadenado, manteniéndose durante largo tiempo en estado larvado, es muy difícil detenerlas; menos, aún, que puedan resolverse mediante ‘paliativos’. Por eso, cuando por orden de Carlos Larraín citó sorpresivamente el 6 del presente el secretario general de RN Mario Desbordes, a un Congreso para el mes de abril, la medida surtió escaso efecto.

“El Presidente del Partido, en uso de las facultades que le confiere el Estatuto de RN, ha determinado convocar un Consejo General extraordinario, que tendrá como única y exclusiva tarea, la de abocarse a revisar, aprobar y/o rechazar las propuestas de modificación o cambios en la declaración de Principios de Renovación Nacional, que sean presentados en dicho Consejo”[13].

El 8 de enero, en un seminario organizado por la propia colectividad, el dirigente histórico de RN Miguel Otero, cometió el gravísimo desatino de expresar que los hijos nacidos fuera de matrimonio tienen un coeficiente intelectual inferior al de aquellos nacidos bajo la unión legal de sus padres, enardeciendo el debate[14].

El 9 de enero, Manuel José Osandón, en una entrevista que concediera a la red de TV CNN Chile, expresaba, refiriéndose al senador Alberto Espina y a la diputada Marcela Sabat:

“Después del 11 de marzo van a renunciar un par de figuras importantes. Esto está todo planificado”[15].

La situación se ha tornado irreversible luego que el presidente de RN haya recurrido al Tribunal Electoral para solicitar no proclamar en el carácter de parlamentarios titulares a los candidatos de RN que, habiendo sido electos, renunciaron a la colectividad antes de asumir su cargo.

RENOVANDO LA RENOVACIÓN.

En la escena política de una nación se desempeñan actores políticos, individualidades que se presentan como si fueran los realizadores de todo lo que sucede dentro de cada formación social. Entonces, para el analista ingenuo, que nada sabe de clases sociales y de conflictos de intereses, las disputas de esos individuos resumen lo que ocurre. Nada más falso e irreal. Porque, muchas veces, tales sujetos no interpretan con fidelidad los intereses de las clases y/o fracciones de clase que existen dentro de esa formación social, y que deberían interpretar. Es lo que sucede cuando las organizaciones políticas se dividen o entran en crisis.

En RN, junto a quienes han dirigido la tienda, existe otro grupo de personas que entiende el rol esencialmente revolucionario que corresponde desempeñar a las clases dominantes. Un sector que no solamente es proclive a los cambios, sino considera que éstos son imprescindibles para alcanzar una cada vez más alta percepción de plusvalor. Un sector que mira con temor a los sectores de la llamada ‘Nueva Mayoría’, cuya dirigencia parece entender mejor que ellos el camino que debe tomar la representación de las clases y fracciones de clase dominantes dentro del Bloque en el Poder y que está dispuesto a hacerlo con mayor eficiencia y cuidado.

Así, pues, no debe extrañar que, al presentar su renuncia a Renovación Nacional, hayan los diputados Karla Rubilar, Pedro Browne y Joaquín Godoy expresado, en un documento denominado ‘Amplitud’, planteamientos como los que siguen:

“[…] el liberalismo es mucho más que un mecanismo económico con fines desarrollistas. El liberalismo es una opción política cuyo fin es defender las libertades individuales, cuestión que no es antagónica con creer en un Estado capaz y funcional. Estas ideas no son nuevas en Chile. Lo que hoy llamamos centro-derecha fue a lo largo del siglo XX una fiel defensora de la democracia representativa y de la progresiva liberalización de las costumbres. La dictadura militar interrumpió este proceso que hoy retomamos con fuerza”[16].

O que indiquen:

“[…] soñamos con un partido preocupado de lo público que ofrezca respuestas de centroderecha, no sólo basadas en la defensa del mercado, a los temas de dimensión pública tales como el desarrollo de las ciudades, la educación, la previsión, la salud, la discapacidad, la protección del medioambiente, la investigación científica y la descentralización”[17].

Y que, finalmente, se nieguen a

“[…] justificar los atroces crímenes y atropellos”

de la dictadura militar y manifiesten estar dispuestos a asumir la tarea de las reformas constitucionales a fin de lograr mayor justicia y fortalecer de esa manera a la sociedad civil.

No es, por consiguiente, el personalismo lo que ha conducido a la crisis de RN; ni tampoco la circunstancia de determinar quién o quienes debieran asumir la responsabilidad de la derrota electoral. Tampoco lo es, como lo señala el ex intendente de la Región de Los Lagos y fundador de Evópoli Juan Sebastián Lagos, la resolución de dos dilemas tales como lo son la autocrítica y la forma de hacer oposición[18].

UN RECUERDO INFANTIL DE PÉREZ DE ARCE

Por eso, resulta un disparate de marca mayor señalar a Sebastián Piñera como ‘sepulturero’ de una organización política a la vez que una bufonada aseverar que el segmento más representativo del empresariado haya querido ‘cavar su propia tumba’, como parece estar convencido el periodista Hermógenes Pérez de Arce. Porque no existen mujeres ni hombres dotados del poder de levantar o hundir organizaciones económicas, sociales o políticas, sino factores cuyas acciones sí pueden desencadenar hechos que ya estaban en vías de hacerse manifiestos. Menos, aún, puede aceptarse que haya organizaciones políticas con vocación suicida como parece estimarlo el mentado periodista cuando asegura que

“Hace cuatro años la derecha decidió cavar su propia tumba y eligió a la persona más idónea para ese lúgubre menester: Sebastián Piñera” [19].

Embebido en un individualismo enfermizo que ha guiado de sus acciones y determinado su forma de pensar, el periodista pareciera estar convencido que las sociedades así como las batallas y los grandes monumentos son obra de un solo hombre. La gran pirámide, para Pérez de Arce, fue construida por Kufu o Keops; pero, como bien ironiza Bertold Brecht, nadie vio jamás al soberano transportar todos esos bloques de granito hasta lograr la culminación de la obra que se le atribuye. En la misma forma, ironiza también Louis Althusser sobre la manera que tienen algunas personas de entender la historia creyendo encontrar las causas de la Revolución Francesa bajo la cama de Luis XVI. Porque no es el movimiento del follaje lo que origina el viento sino todo lo contrario; por lo mismo, tampoco es el juego de las personalidades lo que hace dividirse a las organizaciones en los conflictos sociales sino las contradicciones de clases que subyacen tras aquel. Como lo hemos intentado hacer ver en este análisis, solamente las clases sociales explican el comportamiento de los seres humanos, de los partidos y de los gobiernos, no al contrario. Sin embargo, a pesar que dicho fenómeno forma parte del acervo cultural de la sociedad, es un fenómeno al cual no se le presta atención debida. La razón es de sobra conocida: la cultura de las clases dominantes es la cultura de las clases dominadas, y si a aquellas poco o nada puede interesarles el problema de la representación, tampoco para éstas la cuestión ha de revestir mayor importancia pues toda explicación se reduce a recurrir a una petición de principio: la estructura jerárquica de la sociedad es la causa de tales conflictos. Y, no obstante, es el conflicto de clases lo único que puede explicar la conducta de los actores políticos, el quiebre de las organizaciones políticas, el trasvasije de militancias y los conflictos internos de los partidos y alianzas. El conocimiento de cómo operan las clases sociales y lo conflictos que se producen entre éstas y sus representaciones políticas evita interpretaciones antojadizas y carentes de fundamentos en donde los ‘malos’, los ‘sepultureros’ de los partidos aparecen dotados de un poder sobrenatural que les permite dividir, construir nuevas fuerzas, volver a unir y sepultar a las organizaciones políticas.

Así, pues, lo que sucede en RN no es sólo una crisis de representatividad más; sí lo es, pero no cualquiera, pues se trata de un desequilibrio, de una no correspondencia entre el ideario de gran parte de su dirigencia y la práctica política que requiere la realización plena de los verdaderos intereses que tiene la fracción de clase hegemónica dentro del Bloque en el Poder, que es la que conduce, por lo mismo, en su totalidad al conjunto social. Aunque se trata de una situación que pone de manifiesto la gravedad de la crisis que conmueve a la llamada ‘derecha’, no significa en modo alguno que la ‘derecha’ esté desarticulada. Otros actores han de encargarse de cumplir esa tarea.

No interpretar con fidelidad lo que realmente anhela la clase y/o fracción de clase cuyos intereses se pretenden representar puede conducir a las organizaciones políticas que se disputan esa representación a cada vez más rotundas y sucesivas derrotas en el campo de la arena política; bien lo sabe la Concertación de Partidos Por la Democracia. Es una situación que no sólo va a afectar a dichas colectividades, sino a quienes presuntamente deberían ser sus antagonistas que, precisamente y por lo mismo, ya se sienten llamados a representar espuriamente la defensa de los intereses de los sectores dominantes. De lo que se puede colegir un hecho, sí, relevante: que, una vez más, las clases dominadas volverán a estar huérfanas de representación política.

Santiago, enero de 2014



[1] Acuña Asenjo, Manuel: “¿Por qué ganó la Coalición Por el Cambio las elecciones presidenciales en 2010?”, publicado en este medio, en febrero de 2010.

[2] Llamamos ‘representación natural’ a aquella que es realizada por organizaciones políticas formadas e integradas por elementos provenientes de las clases o fracciones de clase cuyos intereses declaran defender; y ‘representación espuria’ a aquella que realizan organizaciones que manifiestan defender intereses ajenos a aquellos que, en la práctica, defienden.

[3] Redacción: “¿Quién escribió la carta de RN?”, ‘El Mostrador’, 31 de julio de 2013.

[4] Cable Agencia UPI: “Carlos Larraín: ‘Desgraciadamente la UDI […]’”, ‘El Mostrador’, 08 de diciembre 2013.

[5] Redacción: “Siguen las renuncias en RN […]”, ‘El Mostrador’, 19 de diciembre de 2013.

[6] Redacción: “Carlos Larraín: ‘El comienzo de los problemas […]’”, ‘El Mostrador’, 23 de diciembre de 2013.

[7] Cable de Agencia UPI: “Vicepresidente de RN por renuncia de diputados […]”, ‘El Mostrador’, 08 de enero de 2013

[8] Redacción: “Prokurica (RN): ‘Desde el punto de vista ético, diputados debieron […]’”, ‘El Mostrador’, 08 de enero de 2013.

[9] Redacción: “Lily Pérez profundiza crisis en RN y pide salida de Carlos Larraín”, ‘El Mostrador’, 07 de enero de 2013.

[10] Rivas Arenas, Claudia: “Hay gente que quiere dañar la imagen de Allamand para sacarlo de la competencia”, ‘El Mostrador’, 27 de diciembre de 2013.

[11] Redacción: “Diputado Edwards propone […]”, ‘El Mostrador’, 27 de diciembre de 2013.

[12] Llaguno, Gonzalo: “La crisis de RN y la opción Monckeberg”, ‘El Mostrador’, 06 de enero de 2013.

[13] Rivas Arenas, Claudia: “Don Carlos se abre a modernizar declaración de principios […]”, ‘El Mostrador’, 06 de enero de 2013.

[14] Redacción: “Miguel Otero asegura […]”, ‘El Mostrador’, 08 de enero de 2013.

[15] Redacción: “Manuel José Ossandón: ‘Figuras importantes […]’”, ‘El Mostrador’, 09 de enero de 2013.

[16] Rivas Arenas, Claudia: “Diputados renuncian a RN con declaración doctrinaria […]”, ‘El Mostrador’, 08 de enero de 2013.

[17] Rivas Arenas, Claudia: Id. (2).

[18] Montes, Juan Sebastián: “Los dilemas de una derecha herida”, ‘El Mostrador’, 10 de enero de 2013.

[19] Pérez de Arce, Hermógenes: “El sepulturero de la derecha”, ‘El Mostrador’, 08 de enero de 2013.

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