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Los Culpables pasivos son culpables activos

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La “conmemoración” de los 40 años del golpe de Estado ha logrado convertirse en un hecho histórico tan importante, que ha logrado copar toda la actualidad. Podría decirse que el pasado se convirtió en presente, como verdaderamente corresponde a la realidad histórica. La Batalla de la memoria, idea muy bien desarrollada por María Angélica Illanes, y La memoria obstinada, documental de Patricio Guzmán comienzan a ocupar el lugar central  que siempre ha debido estar presente, pero debido al matrimonio entre la Concertación y la Alianza – las dos derechas – fue ahogado y silenciado.
Si comparamos los dos aniversarios entre los 30, presididos por Ricardo Lagos Escobar, y el de los 40 años, con un Presidente de derecha, se pueden constatar los avances en el subsuelo de la conciencia de la sociedad civil, que se debe, fundamentalmente a la rebelión de los estudiantes – desde el 2006, con los “pingüinos” hasta hoy – y si fuera necesario caracterizar este proceso, podríamos decir que durante este decenio, estamos pasando desde una democracia sin ciudadanos, a una ciudadanía que se encuentra en vías de conquistar una democracia popular. En 2003, la ceremonia del recuerdo de los 30 años se centró en La Moneda, con el acto de fondo de la apertura de la puerta de Morandé 80 – por donde entraba, todos los días, Salvador Allende <la verdad simbólica es que el 11 de septiembre de 1973 lo hizo por la puerta principal> -, que ahora muy pocos recuerdan.
En los cuarenta años, el acto de La Moneda se fue a pique, pues la mayoría de los invitados a tan memorable acontecimiento declinaron la invitación: primero, los ex Presidentes de la república – personajes  siempre dispuestos a participar en cuanta ridícula y siútica ceremonia que se le ocurriera realizar <recuerdo especialmente la presentación de la bandera gigante del Bicentenario>” -, después les correspondió ocupar “la mesa del pellejo” a los candidatos presidenciales actuales, pero sólo aceptaron tres de los nueve inscritos, así la situación, sólo participarán los representantes fácticos y los culpables pasivos, en esa ceremonia, que incluirá oficios religiosos, dignos del mejor de los fariseísmos, y uno que otro acto patriótico, que resuena mal cuando se recuerda a las víctimas del terrorismo de Estado.
La verdadera batalla por la memoria se librará en la sociedad: consiste en la necesaria verdad, justicia y castigo a los culpables, que la traición los líderes de la Concertación ha silenciado durante más de 20 años, política que ha continuado durante el gobierno de Sebastián Piñera.
Personalmente, creo que lo que el Presidente llama “cómplices pasivos” son verdaderos cómplices activos. La denegación de los recursos de amparo por parte de la Corte Suprema durante la dictadura, a mí me parece una “culpabilidad activa”: es evidente que los jueces sabían, perfectamente, que las consecuencias de denegar el amparo – solicitado por familiares de las víctimas y sus abogados – conducían, generalmente, al asesinato y la desaparición del detenido. Todos los tribunales especiales – sean nazis o de Vichi – pretextaron la ausencia de libertad, como un atenuante a sus actos, es decir, una especie de “obediencia debida” a nivel judicial. En el caso chileno, usaron el mismo atenuante como argumento para justificar su activa complicidad respecto a los crímenes de la dictadura de Pinochet. Pedir perdón luego de 40 años, como lo acaba de hacer la Asociación de Magistrados es, apenas, un acto caballeroso y tal vez romántico, posiblemente cristiano, pero muy insuficiente. Pues carece de los pilares fundamentales, como son la verdad, la justicia, la reparación y el castigo a los culpables.  Que la Corte Suprema ratifique la petición de perdón tendría la misma intrascendencia de los anteriores.
Los que se apropiaron de las empresas fiscales, los dirigentes de la UDI, los nuevos millonarios, surgidos de la política neoliberal de la dictadura – a sangre y fuego impusieron los Chicago Boys, el hermano de Sebastián Piñera, José, el yerno de Augusto Pinochet y los funcionarios de ese régimen que compraron, a precio de huevo, las empresas fiscales – no sólo son cómplices, sino que también verdaderos culpables de los crímenes contra los derechos humanos, cometidos en dictadura. Todos estos mercaderes jamás pedirán perdón, pues se sienten “inmaculados” y dueños del país. Por lo demás, como el dinero no tiene olor, ni convicciones, la mayoría de ellos hoy forman parte de la clique que acompaña a la candidata de la Concertación.
Otros de los cómplices pasivos que, a mi modo de ver, son activos lo constituyen, los distintos monopolios de los medios de comunicación, que fueron los culpables de las mentiras que se tejieron para mantener a la opinión pública ciega y sorda frente a la brutalidad que ocurría, diariamente, en su entorno – incluso, hay titulares como aquel de “se están matando como ratas” o que los “detenidos desaparecidos se habían fugado con sus amantes y estaban felices en países europeos…” Estos culpables pasivos siguen orondos y pasan desapercibidos ante la opinión pública – incluso, El Mercurio se da el lujo de “trazar  la pauta a los presidentes”, a través de las páginas editoriales -.
¡La batalla por la memoria apenas ha comenzado!
06/09/2013

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