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La liberación de Auschwitz

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Auschwitz fue el más grande y terrible de los campos de concentración y exterminio. Allí, el mortífero sistema nazi alcanzó la perfección:  sus cámaras de gas y sus inmensos crematorios se encargaron de procurar una muerte industrializada a, por lo menos, un millón de personas. En 1944, la cúspide del Holocausto, se mató en las cámaras de gas diariamente a 6000 víctimas, que luego fueron cremadas en los hornos. Según declaraciones de oficiales nazis, una “carga humana” de hasta 100 vagones desapareció día tras días tras las rejas de Auschwitz.  

El combate por Auschwitz
El 13 de enero de 1945, las tropas soviéticas emprendieron su, hasta ese momento, mayor ofensiva en el frente oriental, entre el mar Báltico y los Cárpatos. Dos semanas después llegan a Auschwitz y se enfrentan a las unidades alemanas que lo defienden fanáticamente. 261 soldados soviéticos y 650 de los 8000 prisioneros que aún quedaban pierden la vida durante su liberación.

Primeros testimonios
Lo que sucedió realmente en el campo de concentración más siniestro de la demencia nazi tarda en hacerse público. A mediados de abril de 1945, el servicio alemán de la BBC recoge el testimonio de Anita Lasker, una sobreviviente de Auschwitz:

“Un médico y un comandante recibían al pie de la rampa los vagones. Clasificaban a la gente, o sea, les preguntaban su edad y su estado de salud. Los recién llegados, que no sabían nada, declaraban alguna enfermedad, y con ello firmaban su sentencia de muerte. Iban especialmente por los niños y los ancianos. Derecha, izquierda. Derecha, izquierda. Derecha, la vida; izquierda, el horno“.

Un cuartel siniestro
A 60 kilómetros de Cracovia se remodela entre 1940 y 1941 una cárcel  destinada a presos políticos. Se trata de Auschwitz II-Birkenau, al que un año más tarde se dota de las mortíferas cámaras de gas.

En ellas se usa el desinfectante Zyklon B, desarrollado originalmente para combatir las ratas en los barcos. Los vapores que genera acaban con los seres humanos en pocos minutos; sus cuerpos se incineran posteriormente.

Mortales investigaciones
Los médicos de las SS decidían, apenas llegar los prisioneros, quiénes estaban destinados a las cámaras de gas: uno de ellos era el Dr. Josef Mengele. Él se ocupaba de hacer investigaciones, en el tristemente famoso bloque 10. Se experimentaba con ellas como con los conejillos de Indias. También los gemelos le  interesaban para sus investigaciones, “es decir, se les sacaba la lengua, les abrían la nariz…”, cuenta Anita Lasker.

Apoyo empresarial
Los que seguían con vida eran destinados a trabajos forzados. La empresa IG Farben fundó en Auschwitz-Monowitz un campamento especialmente con ese propósito. Otras empresas se asentaron también en los alrededores, Krupp por ejemplo. Un promedio de tres meses vivían los prisioneros destinados a esas labores.

"Cada semana se llevaban a cabo nuevas clasificaciones", explica Charlotte Grunow, otra sobreviviente. Después de horas de espera a la intemperie, llegaba el Capitán Mengele, el Hauptstürmführer, según la terminología nacionalsocialista. "Con un movimiento de su mano ponía fin a una vida que no le gustaba", cuenta Grunow. Entonces los llevaban al bloque 25, el bloque de la muerte.

De Auschwitz a Bergen-Belsen
Ante la inminente llegada de las tropas soviéticas, las SS dinamitaron en 1944 las cámaras de gas para borrar las huellas del Holocausto. La mayoría de prisioneros fue evacuada. Charlotte Grunow y Anita Lasker, por ejemplo, fueron transportadas al campo de concentración de Bergen-Belsen, donde las liberaron los británicos a mediados de abril de 1945.

Testigos cuentan que cuando, en enero 18, el ejército nazi da la orden de partida, se escucha ya la artillería de los soviéticos. A los 65.000 prisioneros que aún quedan en Auschwitz les ordenan marchar, con destino desconocido, día y noche en una Todesmarsch, una marcha mortal.  Quien no podía más, era ejecutado. La liberación llegó muy tarde, también para los miles que quedaron a la vera del camino.

* Fuente: DW World 


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