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Afilan viejas garras contra América Latina

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"El juego político norteamericano ha consistido siempre en mantener América Latina en el sendero del Destino Manifiesto como un subordinado a los intereses de Washington y Wall Street".
John Perkins, 2004.

Apenas bastaron 20 días para que las promesas del presidente Barack Obama, de cambios en la política exterior norteamericana en términos del diálogo, paz, compasión y pragmatismo, empezaran a perder su brillo, y su "nuevo tono" está adquiriendo los matices de aquellos que le precedieron.

En la reciente 45 Conferencia de Seguridad en Munich, el vicepresidente Joe Biden dijo lo que en su tiempo declararon Ronald Reagan, George H. W. Bush, Bill Clinton, George W. Bush y prácticamente todos los presidentes anteriores: "No existe ningún conflicto entre nuestra seguridad y nuestros ideales, simplemente uno refuerza al otro. El poder de nuestras armas nos hizo ganar la independencia, y a través de la historia el poder de las armas protegió nuestra libertad". Con esto, Biden justificó todas las invasiones norteamericanas a los países del Tercer Mundo y en especial en América Latina, aprobó todos los golpes de Estado concebidos en Washington y justificó las guerras en Vietnam, Yugoslavia, Irak, Afganistán y las posibles intervenciones en Pakistán, Irán y Siria. Aprovechando el "nuevo tono" del Gran Patrón, el flamante director de los Servicios de Inteligencia Nacional Dennis Blair, al asumir su cargo, acusó inmediatamente a Hugo Chávez de mantener una "coincidencia ideológica" con las FARC, tener estrechos contactos con Irán y apoyar los movimientos islámicos. También implicó a Venezuela en el tráfico de droga pero deliberadamente ignoró el narcotráfico en Colombia, donde Estados Unidos tiene su base militar. Por supuesto arremetió por costumbre contra Cuba y advirtió del fracaso económico que espera a los gobiernos populistas de Ecuador, Bolivia y Argentina, como si aquí se viviera una maravillosa bonanza.

El nuevo director de la CIA Leon Panetta, que ya reautorizó el envío clandestino de los detenidos a terceros países, seguirá sin duda el "nuevo tono" para prevenir los cambios que se están produciendo en América Latina. Desde su fundación, en 1947, la CIA ha usado con siniestra eficacia su premisa fundamental de que todos los hombres en el poder son corruptibles y los que no, deben ser eliminados. De esta forma logró penetrar prácticamente a todos los servicios de inteligencia locales que empezaron a servir a Estados Unidos sacrificando los intereses nacionales. México, Perú, Guatemala, Honduras, Salvador etc., etc. son los ejemplos más repugnantes de esta corrupción. No hace mucho el presidente Alvaro Colom tuvo que desmantelar toda su oficina para sacar micrófonos hasta del baño y de sus prendas personales.

Pero el escándalo mayor se produjo recientemente en Ecuador, donde alguna vez funcionó una mini CIA para América Latina. Resulta que el servicio de inteligencia del ejército suministraba información recolectada, primero a la CIA, y de vez en cuando, y con la autorización de EEUU, informaba a su propio gobierno, tal como lo denunció el propio presidente Rafael Correa. Por este servicio recibían anualmente 18 millones de dólares. En el cuerpo de la policía nacional, se supo hace unos días, no solamente controlaban presupuesto sino hasta los nombramientos.

Eliminar esta penetración no será tarea fácil, pero no hacerlo será perpetuar el subdesarrollo y la sumisión al Gran Patrón.

* Fuente: Argenpress

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