Los abrazos de Año Nuevo constituyen, al menos, un rito que nos permite constatar que sobrevivimos y el quehacer humano fluctúa entre la esperanza y la nada. Reconozco que creo en los tarotistas y leo el horóscopo chino, el cual nos indica que este año es el de la Rata, un roedor hábil para evitar ser almuerzo de gatos y gatas, que abundan en nuestras tierras. En la Edad Media, la rata era portadora de la peste bubónica que, en el año 1300, llevó a la muerte a más cristianos que las Cruzadas, la Inquisición y las guerras de religión. Este pequeño y vivaz animal aterra, con su sola presencia, a muchos seres humanos.
El año de la Rata ha comenzado pésimo en estos cuatro días: se han acumulados las malas noticias económicas y políticas casi en todo el mundo. Es cierto que la historia no respeta el calendario gregoriano y muchas de estas malas noticias eran perfectamente previsibles; ya de comienzos de 2007 era evidente que iba a explotar la burbuja inmobiliaria, pero la situación fue pasando de una crisis en un sector de la economía estadounidense a la falta de liquidez en los bancos más grandes del mundo, especialmente de Europa y de Estados Unidos, de la contracción del crédito: ningún banco le presta al otro; por último, ha devenido en una crisis financiera de proporciones que, incluso el padre del neoliberalismo, Von Mises, pronostica un colapso del sistema financiero a nivel global.
Por supuesto, el liberalismo de mercado, que le repugna la intervención del Estado, se ha visto forzado a recurrir a los Bancos Centrales de todo el mundo para inyectar liquidez al mercado y, así, salvar el colapso de los bancos. Los millones de euros y dólares ya son incalculables y, aún así, la crisis de liquidez continúa. En el año de la Rata, sólo en el mes de enero habrá dos subastas de 300 millones de dólares.
La FED, Banco Central de Estados Unidos tuvo que aplicar, en el mes de septiembre, una fuerte medicina de baja de tasas de interés, en 0.50 puntos básicos; esta operación reanimó a los mercados hasta el mes de noviembre, llegando el Dow Jones a un pick de 14.000 puntos; en noviembre, asustado por la inflación, la FED sólo bajó 0.25 puntos a la tasa de interés, volviendo a caer los mercados; hasta diciembre, el principal índice de Estados Unidos había perdido, aproximadamente, 700 puntos. Se creía que aún no había tocado la crisis el punto central de la economía, consistente en el consumo y que abarca el 70% del crecimiento norte americano.
Al comienzo del año de la Rata, en sólo cuatro días se acumularon noticias letales: el 2 de enero, el índice de la actividad manufacturera cayó en un 47.7 puntos cuando el neutral es 50 puntos; todo índice debajo de este dígito significa contracción. El precio del petróleo llegó a 100 US el barril. El día 4 de enero fue aún más fatal: se crearon solamente 18.000 empleos, cuando se esperaban 70.000; la tasa del desempleo subió de 4.7% al 5%.
En el plano geopolítico las cosas no han marchado mejor: Pakistán está en plena crisis por el asesinato de B. Bhutto, la líder opositora y la postergación de las elecciones; Kenia, uno de los principales productores de petróleo de África, padece una crisis humanitaria de proporciones, a raíz de un fraude electoral; continúa la catástrofe de Irak y los conflictos con Irán, para nombrar algunos de los acontecimientos principales.
Por múltiples factores que van más allá del precio del petróleo y la baja del dólar, las inflación ha crecido en casi todos los países del mundo: en EEUU alcanza al 4.3%, en China el 6.9% y en Chile 7.8%. en la euro zona de 3%
Estados Unidos está en plena campaña presidencial, lo que agrega presión a la situación económica. George W. Bush, uno de los más torpes presidentes de Estados Unidos, está en el período del “pato cojo, sordo y ciego”: se le ha ocurrido, nada menos, que intervenir en la economía sosteniendo la estulticia de que el mercado norteamericano está sano y si él lo dice, debe estar pasando todo lo contrario. Las medidas que propondrá para evitar la crisis favorecerán, como siempre, a losa grandes especuladores, aligerándolos de impuestos, como recientemente les suplicó a los senadores demócratas.
Desde junio de 2007, los inversionistas y sacerdotes del mercado se han dedicado a estudiar, una a una, las cifras de los indicadores que aparecen diariamente, determinando así períodos de entrada y salida del mercado accionario. En los bajones siempre terminan huyendo hacia el oro, los fondos de commodities o los bonos del tesoro a diez años, cuya tasa hoy está a 3.85%, y el valor que funciona en sentido contrario, a 103US, esto se llama el vuelo a la calidad.
Ben Bernanke no puede tener una tarea más difícil: con una alta inflación no le es cómodo aplicar el remedio que quiere el mercado, es decir, bajar la tasa, al menos, a 0.50 puntos como lo hiciera en septiembre, en la próxima sesión del 31 de enero. Por otro lado, no puede mantener la tasa actual, pues no lograría controlar la inflación y lanzaría a Estados Unidos a una larga y profunda recesión. Además, si baja moderadamente la tasa de instancia en un moderado 0.25 puntos, no lograría reanimar los mercados y sólo pospondría, en el mejor de los casos, la recesión. A nadie le gustaría en los interiores del presidente de la FED.
Recesión e inflación equivale a un cáncer terminal: la FED no podría participar, en ningún sentido, para regular la economía; ni subir, ni bajar las tasas, pues en ambos casos mataría al enfermo.
El año de la Rata chileno no ha sido mejor: tenemos un 7.8% de inflación, durante el año 2007, casi 3.8 superior al aceptable por el Banco Central (el 3%); el crecimiento está bajando de un 5% en 2007, a un 4% en 2008, esto de no ocurrir la recesión norteamericana, que nos llevaría a un 3% o menos. En lo político, los partidos están asediados por personalismos y faltas de conducción. Como bien lo expresara el sociólogo Manuel Antonio Garretón, el cálido, comprensivo y bien intencionado gobierno de Michelle Bachelet carece de un proyecto país y funciona tardíamente, cuando los conflictos estallan; baste recordar la rebelión de los “pingüinos” y las huelgas de los subcontratados de CODELCO; ambos conflictos, antes de estallar, no estaban en la agenda presidencial. Pienso, personalmente, que hemos pasado de las planificaciones globales, en los gobiernos de Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende y Augusto Pinochet, propias de la modernidad, a una política posmoderna, donde hay ausencia de metarrelatos y correlatos y de un discurso medianamente coherente.
En primer lugar, las bajas de tasas de interés llevadas a cabo por la FED, hasta ahora un punto básico, necesariamente ha tenido efectos, entre los cuales el más notorio y evidente es la baja del dólar respecto a las monedas de los países desarrollados e, incluso, emergentes; esta depreciación del dólar tiene un aspecto positivo respecto a la balanza comercial, aumentando las exportaciones. A mi modo de ver, una vez que Estados Unidos salga de la baja o de la crisis recesiva la FED comenzará a aumentar las tasas de interés revalorando su divisa, pues se acortarían las diferencias de tasas. ¿Cuándo ocurrirá? Nadie lo sabe, pues no se puede medir la duración de la crisis o la recesión. En segundo lugar, tiene una cierta participación en el alza del precio del petróleo, la mayoría de la producción cotizada en dólares devaluados; por cierto que hay otros elementos importantes a considerar en esta alza: los factores geopolíticos, el crecimiento del consumo, principalmente por China e India, y otros, lo contribuiría a explicar que, a pesar de una economía prácticamente recesiva, el petróleo y las demás commodities sigan aumentando de precio y no caigan, como sería lo lógico. En tercer lugar incide la inflación, que no requiere análisis.
Es cierto que hay optimistas que creen que los países emergentes, en especial China e India y, en menor lugar, América Latina, podrán colaborar al crecimiento mundial, calculado con un poco de optimismo, en 4.4%; lo que es difícil visualizar es el grado de incidencia en los PIB emergentes, de haber una recesión norteamericana. Es posible que pueda sortear mejor la crisis aquellos países que cuentan con un alto superávit fiscal y una baja deuda externa. Hasta ahora, los EMBI, es decir, la relación entre los bonos del Tesoro y los Soberanos emergentes, que califican el riesgo país, han resistido bien, en términos globales, losa embates de la baja en la economía norteamericana, sin embargo, en cada vuelo a la calidad, los bonos emergentes pierden valor, aumentando el TIR. Como se puede apreciar, el año de la Rata no será nada fácil a nivel mundial, ni para Chile en particular.
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