Parlamentarios chilenos ponen coto a codicia
por Amado de Mérici (Chile)
17 años atrás 6 min lectura
De tanto mirar la paja en el ojo ajeno, los parlamentarios chilenos se han finalmente convencido de limitar la reelección de senadores y diputados. Constatemos que se demoraron nada menos que diecisiete años en lograr esta extraordinaria proeza.
Así lo informó hace unos días el diario de la Cámara.
El proyecto de ley -acunado por los diputados Edmundo Eluchans (pinochetista), Jorge Burgos (demócrata-cristiano), Juan Bustos (socialista), Alberto Cardemil (pinochetista) y Guillermo Ceroni (oficialista)- contempla la modificación del artículo 51 de la Carta Fundamental, que establece que "los parlamentarios podrán ser reelegidos en sus cargos" -es decir, indefinidamente.
En la nueva legislación propuesta, los senadores sólo podrán ser reelegidos una vez; los diputados, dos veces. No queda claro por qué no se limita la reelección de estos últimos a un sólo término, como los senadores.
La moción viene fundamentada, según dicen las Señorías, en que "es indiscutible que la circunstancia de que las personas ejerzan los cargos públicos por períodos muy largos de tiempo atenta contra la renovación de ideas y propuestas, en contra de la eficiencia y buen ejercicio y, además, en contra de la seriedad, respetabilidad e independencia de las instituciones donde se cumplen esas funciones. Adicionalmente, pueden ser fuente de corrupción".
Loables sospechas, ciertamente, pero ¿de dónde viene esa "indiscutible circunstancia"? ¿Han estudiado Señorías estos casos en otras legislaturas del mundo, de otros períodos históricos o actuales, o se basan sólo en propia experiencia? Si fuera esto último, mucho nos agradaría que nos dijeran qué senadores y diputados pecan de ineficientes y poco serios, y cuáles de corruptos. Porque imagino que, después de diecisiete años o más -sí, los hay- de apernamiento, sabrán por qué dicen lo que dicen.
Claro, yo, cuando los veo a veces en la tele, no puedo dejar de compararlos con payasos. Pero eso debe ser subjetividad mía, aunque también hay otros columnistas que suelen compararlos igualmente.
Hace unas semanas despotricaban sus Señorías porque el presidente Chávez, de Venezuela, quería conservar la posibilidad de ser reelegido indefinidamente -después de 2012, que es cuando termina su mandato.
Les parecía inaceptable. Razón suficiente para llamarle dictador y tirano. Peligro para la democracia. Algunos incluso le llamaron hasta negro bocón y otras lindezas. Un hombrecillo sin coco llegó a compararle con Hitler, informándonos que el presidente había cometido un genocidio secreto que sólo él conocía. Además, Chávez era un comecuras, alegó.
Pero las Señorías no acusaron a ningún presidente más de ser tirano por querer ser reelegido. Pienso que habida cuenta que la lista de países democráticos donde los presidentes pueden ser elegidos indefinidamente, como Holanda, Francia, Grecia, Portugal, Lituania, etc., es bastante extensa, quizá les habrá parecido demasiado ir llamando tiranos y dictadores a todos ellos y uno por uno con grave riesgo de estropear las relaciones diplomáticas con esos países (véase 'Más sobre Chávez y el fascistín Aznar').
Pero, sin duda, este es un paso positivo. No sé si será una verdad establecida que la permanencia prolongada en el poder corrompe necesariamente. Para mí, esto huele más a conseja de vieja del Siglo de Oro que a otra cosa. (El Príncipe Bernardo de Holanda, ex nazi, se había corrompido y como Pinochet, cobraba comisiones por la venta de aviones de guerra. Pero al Rey Juan Carlos no se le conoce ningún acto de corrupción). Claro que hay casos notorios de corrupción. La historia de nuestra América está inundada de casos de tiranos corruptos. Y también el resto del mundo.
La corrupción tiene, sin embargo, muchas facetas. Nuestro Putrefactor saqueó los fondos reservados al más puro estilo tropical, tal un Batista, o un Somoza. Y, emulándolos, se abrió para él y su parentela más de 120 cuentas bancarias, fundó consorcios imaginarios en islas apenas existentes, traficó en cocaína y armas, y hasta robó la espada del Libertador O'Higgins y otros tesoros históricos de la patria. Su señora se robó las joyas del fondo de reconstrucción nacional para lucirlas en su propio pescuezo. (Otra pareja, los Ceaucescu, se hicieron construir palacios de mármol y oro; ella era, por ley, co-autora de todos los libros que se publicaban en su país, Rumania.
Sufría de delirio de grandeza).
Como digo, si sus Señorías dicen que el poder prolongado corrompe, por algo lo dirán.
Y también es cierto que no es necesario, en muchos casos, permanecer demasiado tiempo en el poder para corromperse. A veces bastan apenas semanas. Basta mirar los numerosos gobernantes que tuvo Bolivia hasta hace unos años, en que el promedio del mandato presidencial era de apenas seis meses.
Así que desde ahora, de aprobarse definitivamente el proyecto, los senadores podrán ser reelegidos una sola vez -vale decir que podrán gobernarnos y cobrar esos siete millones y medio al mes durante 16 años (2 períodos de 8 años cada uno) -1.440 millones de pesos- y los diputados, 12 años (2 períodos de 6 años cada uno)-o sea, 1.080 millones de pesos.
Parece que nuestras Señorías no llaman corrupción a la práctica de fijarse ellos mismos sus fabulosos salarios. Ni debe parecerles extraño que sean, después de Estados Unidos, los parlamentarios mejor pagados del mundo.
Pero ¿no les parece demasiado 16 años? ¿No es mucho 12 años? Yo creo que, si son reelegidos por los ciudadanos en elecciones democráticas -como en Venezuela-, no veo porqué tendríamos que armarles barullo.
Aunque no recuerdo que nadie me haya preguntado, ni a mí ni a ningún otro ciudadano qué pensábamos sobre este asunto.
Lamentablemente, nuestra democracia no se parece a las otras, y menos a la venezolana. En nuestro país, nuestro voto vale medio voto, como valía el voto de las mujeres a principios del siglo veinte. Nosotros elegimos en elecciones directas sólo a la mitad de los senadores y diputados. La otra mitad no es elegida por nadie. O, mejor, los eligen los burócratas de los partidos. La impone la propia ejecución del sistema. Esa farsa se llama sistema binominal.
Y ser senador o diputado sin ser elegido, y encima por períodos tan prolongados, no les parece a sus Señorías que sea corrupción ni nada parecido.
Pues piensan nuestras Señorías que un presidente reelegido democráticamente, si no es chileno, es un tirano, y un senador no elegido por nadie, pero apernado en el poder indefinidamente antes, y a partir de hoy, si Dios quiere, sólo 16 años, si es chileno, un dechado de virtud, y si no es chileno, un déspota sanguinario, aunque no haya cometido crimen alguno.
Lógica de payasos. Le preguntaremos al señor Morales por qué exactamente 12 y 16 años, y no, por ejemplo, 41, y y 19. Porque realmente no creo que haya criterios objetivos para determinar el turno que tendrá cada político para saquear las arcas públicas.
* Fuente: [mérici]
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