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¿Línea de la Concordia?

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La discusión sobre el controvertido paralelo
Más allá de los tecnicismos del derecho internacional, se puede concluir, que al menos Chile, da por confirmada en el papel una frontera marítima que no está expresa y claramente definida en un tratado propiamente tal. Ese es el error de Chile. El de Perú, por su parte, es el haber resucitado una disputa con sabor añejo, del siglo pasado, con fines que no tienen que ver necesariamente en la actualidad con la posesión de más o menos kilómetros cuadrados de soberanía.
Ante la particular llegada del ex presidente peruano Alberto Fujimori a Santiago, el asombro y la sorpresa hicieron su entrada al complicado escenario electoral presente en Chile y Perú.

Aunque la arremetida de la ex autoridad, amenazó con interponer una nube de confusión en el ambiente político previo, el caso luego quedó entrampado en los pasillos y salas judiciales. Si bien el asunto fue derivado con prontitud a la justicia, de igual forma la controversia marítima pasó a ocupar el segundo puesto entre las cuestiones que a estas fechas invaden la agenda bilateral de las autoridades de La Moneda y Palacio Pizarro.

De palacio a palacio
Esta es una jugada muchas veces utilizada y producida por los estrategas comunicacionales de estos y otros gobiernos: el emplear una cuestión de la coyuntura mediática para tapar una materia problemática. Para graficar lo anterior, ejemplos sobran; Toledo ha querido sustraerse de la impopularidad en que ha caído su gestión de la mano de Chile, y Lagos ha intentado con el tema marítimo acabar con el llamado síndrome del “pato cojo”.

Sin embargo, aunque el devenir de los temas y coyunturas mediáticas produce un sistema continuo, en que unos desplazan a otros, la parte del proceso que corresponde al asunto marítimo entre Chile y Perú es más relevante que el arribo de Fujimori, que los grafiteros y tantos otros.

La importancia del tema está dada por su forma y fondo. La llamada ley de Líneas de Base, aprobada por el Congreso Peruano se inscribe en el marco de las relaciones internacionales y bilaterales de ambas naciones, con una cargada tradición de tensiones y polémicas.

El palacio de Torre Tagle afirma que sí existen cuestiones limítrofes pendientes entre los dos países, y que por ello la normativa aprobada viene a colocar el tema sobre la mesa. Chile dice que no hay temas de fronteras marítimas o terrestres a tratar y que todo está zanjado por los acuerdos previos, desde 1929.

De entre estos tratados, son dos los que han sido desempolvados y utilizados como argumento por ambas partes: la Declaración Sobre Zona Marítima, del 18 de agosto de 1952, y el Convenio sobre Zona Especial Fronteriza Marítima, del 4 de diciembre de 1954.

La administración del presidente Ricardo Lagos se ampara en la legalidad, y en la letra de las relaciones internacionales para conformar su ofensiva. Mientras, su par Peruano afirma que esos son acuerdos sobre pesca, puertos, zonas especiales, e hitos limítrofes, pero menos para dilucidar cuestionamientos marítimos.

Como quiera que sea, estos escritos mencionados y otros, esconden una verdad, que escapa al veredicto de los expertos y diplomáticos: la poca claridad.

Revisando los archivos, tantos expertos como neófitos, pueden percatarse que no existe entre Perú y Chile un tratado de límites propiamente tal. Hay declaraciones, acuerdos de representantes, convenios sobre zonas especiales para efectos de pesca y los referidos a la parte técnica de los hitos de frontera terrestre.

En los documentos diplomáticos de 1952 y 1954, se encuentran sólo referencias al llamado paralelo, que supuestamente debería definir la frontera de mar entre los dos países. Así, directamente del Convenio sobre Zona Especial Fronteriza Marítima de 1954, se lee: “Establécese una Zona Especial, a partir de las 12 millas marinas de la costa, de 10 millas marinas de ancho a cada lado del paralelo que constituye el límite marítimo entre los dos países”.

Desde el acta del 26 de abril de 1968 se rescata también la siguiente frase: “Reunidos los Representantes de Chile y del Perú, que suscriben, en la frontera chileno-peruana, acordaron elaborar el presente documento que se relaciona con la misión que les ha sido encomendada por sus respectivos Gobiernos en orden a estudiar en el terreno mismo la instalación de marcas de enfilación visibles desde el mar, que materialicen el paralelo de la frontera marítima que se origina en el Hito número uno”.

Con estos antecedentes, más allá de los tecnicismos del derecho internacional, se puede concluir, que al menos Chile, da por confirmada en el papel una frontera marítima que no está expresa y claramente definida. Ese es el error de Chile. El de Perú, por su parte, es el haber resucitado una disputa con sabor añejo, del siglo pasado, con fines que no tienen que ver necesariamente en la actualidad con la posesión de más o menos kilómetros cuadrados de soberanía.

Las estrategias
En el ámbito de la planificación de las reacciones, la del Perú ha encontrado su símil en la de Chile. Esta se ha caracterizado por la sobre reacción, ya que ambos gobiernos saben que esto no da para disputar cuantos peces o recursos le toca a uno u otro, cuantos botes militares patrullan la cuestionada zona del Hito N°1, o cuanta capacidad tiene uno sobre otro para producir daño, en caso de una escalada militar.
Lo que pasa aquí, es que uno de los actores decidió poner el tema sobre la mesa, a través de la aprobación de una ley interna que inevitablemente iba a producir una definición en el país vecino. Perú inició sus reclamos nuevamente hace un tiempo; Chile se cerró a discutir el tema, y Perú fraguó esta estrategia legal bajo el liderazgo de su ex canciller, Manuel Rodríguez Cuadros.
El diplomático y parte de los sectores más duros del nacionalismo Velasquista, son los que llevan la delantera en la maniobra peruana. Ellos, actúan bajo la premisa que el llamado paralelo, que en la práctica es la prolongación en el mar de la línea fronteriza terrestre, más conocida como Concordia, es injusta para el Perú, y esto puede ser verificado fácilmente en un mapa.

La demanda no es antojadiza y ha sido planteada desde la década de los 80 por la cancillería peruana, luego que las dictaduras militares, comenzando por la de Velasco Alvarado, levantaran la reivindicación.
La ley aprobada unánimemente por el parlamento peruano no es ni el primero ni el último recurso, es una de las fases. Luego viene la ratificación de la Convención del Mar, que aunque reconoce sólo la soberanía sobre 12 millas marítimas, favorece más las líneas equidistantes que las paralelas, criterio que interesa a Torre Tagle. Después, una que otra campaña de información nacionalista, la utilización de este caso con fines electorales, de cara a los comicios en que el Perú Posible se juega la vida, quizá el tribunal de La Haya, y el tema al congelador, para que el reclamo gane legitimidad y siga la dinámica cíclica de las relaciones bilaterales entre los dos países.

Por otra parte, las cosas no hubieran sido iguales sin la reacción de Chile. La diplomacia peruana esperaba sacar el tema a la luz en una fecha próxima a abril, siguiendo la efervescencia del contexto electoral. En este sentido, se buscaba explotar el lema de un conocido líder internacional, para volcar el apoyo ciudadano a favor de Toledo: o están con nosotros o contra nosotros.
Sin embargo, la postura de Ricardo Lagos y del Ministerio de Relaciones Exteriores chileno apuraron las cosas. Conciente del ambiente electoral, las encuestas, de
Michelle Bachelet, y del “pato cojo”, Lagos tomó las riendas de la reacción chilena, caracterizada por la hiperactividad y los damnificados, en una jugada que tuvo el objetivo de no dejar flancos débiles que pudieran ser utilizados por los candidatos de la alianza. Es decir lo mismo, encarrilar a todos los sectores políticos bajo una visión común, y enarbolar nuevamente el conocido “están con nosotros o contra nosotros”.

Esto por ahora. Chile apuesta en el mediano plazo a llevar el tema a La Haya. Juegan a favor de Chile el tiempo (La Haya se toma 5 años en sólo procesar la solicitud y ver si hay méritos para asumir la controversia) y los argumentos legales, aunque la tesis de que el asunto está sepultado inapelablemente por los tratados se puede debatir, con la idea que existen sólo alusiones al paralelo y a la demarcación marítima y no un tratado de límites propiamente tal. Después de eso, la controversia nuevamente al congelador.

El nudo ciego
Si bien las estrategias a uno y otro lado de la Línea de la Concordia se han tejido minuciosamente, tratando de no dejar cabos sueltos, hay aspectos que constituyen o constituirán un nudo ciego, con difícil posibilidad de solución.

Uno de ellos se refiere a las características de la normativa peruana. Si bien el revuelo causado se debe a la interpretación chilena de la ley, en referencia a un establecimiento unilateral de un nuevo límite marítimo, el derecho internacional dice otra cosa. En este sentido, la aprobación de la ley de base no implica ninguna nueva demarcación. En palabras del cerebro de la iniciativa, el ex canciller peruano Manuel Rodríguez Cuadros, “estas son la expresión que el derecho internacional otorga a todos los estados para definir los puntos de referencia de la costa a partir de los cuales puede proyectar sus espacios oceánicos hasta las 200 millas marinas. Esto quiere decir, que desde el punto de vista jurídico, constituye un acto de derecho interno”.

De este modo, la ley peruana no tiene validez jurídica internacional. Los límites se establecen a través de tratados, arbitrajes, o fallos judiciales de carácter multilateral. Chile puede protestar por medio de los canales diplomáticos existentes y hacer ver su reparo a la proyección marítima peruana, que se superpone a la derivada del paralelo mencionada en los acuerdos, pero más que eso se descarta, al menos en el corto y mediano plazo. Estas circunstancias, ratifican que la ley de base nació con el objetivo de colocar el tema en la agenda, siendo parte de una estrategia que se hace cargo de una discusión que de seguro no resolverán Alejandro Toledo ni Ricardo Lagos.

Por otra parte, es evidente que uno de los extremos del nudo ciego es jalado desde Santiago. El líder de la ofensiva chilena, el propio presidente Lagos y el bando de los damnificados, protagonizado por el canciller Walker, invocan el argumento del paralelo, sancionado por los acuerdos de 1952 y 1954 entre otros, para conformar la postura de que no existen cuestiones limítrofes pendientes con Perú. Sin embargo, la táctica construida mirando a La Haya, se verifica débil de acuerdo a los propios documentos antes mencionados; sólo hay insinuaciones, indicaciones puntuales y referencias a un paralelo que se cree absolutamente establecido, pero que no ha sido merecedor de ningún tratado o acuerdo propiamente tal.

Este es el nudo ciego. El suelo sobre el cual juegan los contrincantes está algo pantanoso y sucio. En ese contexto, se mueve entonces el asunto del límite marítimo; pasando por Fujimori, los dichos de Toledo y los alegatos de Lagos; lo que dice Torre Tagle y la cancillería chilena; y por cierto, el ambiente electoral, que aporta su cuota de incertidumbre y nebulosa a un tema que debería ser abordado con mirada de estado y no para captar uno que otro voto o para jugar con los índices de popularidad.
Noviembre, 2005

El autor es Periodista y reside en Concepción, Chile

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