Como si de un día para otro las trincheras del este de Caracas se hubieran borrado. Como la niebla, algo que ocupaba hasta la saturación y ya no existe. Tan nítido como una derrota, tan veloz como el declive que comenzó el 25 de julio y se hizo incuestionable pasado el día 30. Se deshizo el escenario de guerra callejera que ocupaba las imágenes, los titulares, las declaraciones, las redes. El pasado inmediato parece lejano, los cuerpos en llamas, los ataques nocturnos cerca del Palacio de Miraflores, el casete repetido de la autopista Francisco Fajardo con gases, escuderos y shows, todo parece recuerdo con olor a ceniza.