Los problemas de una salida político-popular de la crisis en curso
por Damián Lo Chávez (Iquique, Chile)
4 años atrás 5 min lectura
Los últimos días ofrecen una serie de elementos que revelan la profundidad de la crisis en curso y que tienen, desde luego, una interesante conexión entre sí. Finalmente, tras sostener una política de ocultamiento de información que raya en lo criminal, el Ministerio de Salud, admitió la posibilidad que 3.061 personas fallecidas sean casos de COVID-19, elevando la cifra de decesos a 7.144 personas[1]. Poco después, CODELCO, el principal productor de cobre del mundo y la empresa que más aporta al erario nacional, declaró paralización parcial de sus faenas por el fallecimiento de trabajadores. Se detienen nuevos proyectos en curso y Chuquicamata solo trabajará con personal residente en Calama[2]. Haciendo honor a su puesto en el ranking mundial de desigualdad social, Chile también se ubica entre los 10 países con más contagios en el mundo. En una lista con países con una población considerablemente más numerosa[3]. La estrategia del Gobierno, si se le puede denominar así al conjunto de medidas improvisadas y erráticas del Ministerio de Salud, fue un estrepitoso fracaso. La cesantía y el hambre han comenzado y las ollas comunes proliferan en todo el país. Es inminente una triple crisis: sanitaria, económica e institucional. El gran empresariado, en el intertanto, insiste en “la responsabilidad de las personas” haciendo vista gorda de la dura realidad de millones de habitantes de nuestro país[4].
Mirando hacia el pasado global y nacional puede decirse con certeza que epidemias y pandemias no han sido obstáculo para que el malestar acelere procesos de crisis institucional y agudización de las contradicciones sociales. La Revolución Rusa y la Guerra Civil en dicho país se desarrollaron en medio de la denominada gripe española, al mismo tiempo que en Chile acontecían las movilizaciones masivas de cesantes de las salitreras y los sectores populares se aglutinaban en la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional. Posteriormente, la crisis institucional que supuso la caída de la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo estuvo marcada por toda clase de enfermedades que anidaban en las aglomeraciones de obreros cesantes, distribuidos en albergues improvisados entre Iquique y Santiago. En particular el tifus exantemático cobraba miles de víctimas. Se trasmitía por piojos y la clase trabajadora era sometida a cortes de pelo forzosos y quemas de ropas bajo la vigilancia del recién creado cuerpo de carabineros. Lamentablemente la caída del régimen ibañista no redundó en una alternativa política de matriz obrera. La izquierda de la época, comunistas y anarquistas, fueron duramente golpeados por la represión y la perdida de sus bases sociales organizadas con la cesantía masiva. Por otro lado, un sector importante del mundo del trabajo y la política popular había optado por conciliar con el dictador y confiar en un discurso populista que ofrecía algunos derechos sociales a cambio de sumisión al Estado y despolitización generalizada del pueblo.
La clase obrera en el Chile de hoy enfrenta una serie de dilemas y lo que parece ser un callejón sin salida. Un ejemplo de análisis es significativo. Recientemente, el Sindicato N°3 de la empresa de servicios ISS estuvo en huelga legal los días 18 y 19 de junio. Agrupa a 2.200 trabajadores y trabajadoras. Es una empresa conocida por servicios de aseo en metro de Santiago, Scotiabank, Banco Estado y CODELCO. Entre las reivindicaciones figuraba el cumplimiento efectivo de una negociación colectiva previa y la urgente dotación de Elementos de Protección Personal para reducir riesgo de contagio del COVID-19. Un sector de los afiliados desertó de huelga al poco comenzar esta, lo que se tradujo en su pérdida de efectividad. El miedo a la cesantía generalizada y los cuestionables incentivos monetarios a título individual fueron factores subjetivos de peso para un repliegue. Los desertores fueron expulsados y el sindicato termina mermado en sus números. Es posible esta clase de situaciones se generalicen a lo largo y ancho de Chile[5].
¿Qué podría pasar si se profundiza la debilidad estructural de los sindicatos? ¿Qué sucederá cuando la cesantía generalizada se asuma como una realidad palpable y de larga duración? Vendrán estallidos, una continuidad de los meses de octubre y noviembre de 2019 que quedaron inconclusos en sus objetivos centrales: fin de abusos económicos, renuncia de Gobierno y un proceso constituyente transparente y democrático. La crisis se torna aún más oscura con el creciente descrédito de la política tradicional representada por los sectores que se han alternado en el Gobierno en las dos décadas de post dictadura. Fuerzas relativamente nuevas en la política nacional, como aquellas que componen el Frente Amplio, despliegan una actividad que ha fin de cuentas tiende a la estabilidad y gobernabilidad del modelo. Quedan en el horizonte algunas ideas generales de salida de crisis. Existen bosquejos de alternativas políticas a neoliberalismo y elites gobernantes. Por ejemplo, Chile Digno, alianza de partidos de izquierdas que no adhirieron al cuestionable “acuerdo por la paz” pero están dispuestos a participar con convicción y contenido transformador en proceso constitucional. Hay algunas instancias como “el pliego popular” y otras que si bien no suponen una unidad política de largo plazo al menos dan un mínimo de coherencia al malestar respecto de la gestión del Gobierno y algunos elementos básicos para superar crisis sanitaria. Es posible y deseable que el conjunto de ollas comunes y organizaciones comunitarias que han surgido en los últimos meses se articulen en rico tejido social capaz de aglutinar voluntades donde la institucionalidad y la política tradicional no llegan. En el pasado, la sana articulación de alternativas políticas críticas y el tejido social surgido de la vida cotidiana de los sectores populares supusieron una amenaza al orden cerrado de las elites dominantes. No existen ni pueden existir recetas certeras para acelerar los procesos de cambio, pero puede ser que la reconstitución de un tejido social politizado sea la base para la construcción de un Chile mejor, más equitativo y democrático.
-El autor, Damián Lo Chávez, es historiador en el Museo Regional de Iquique. Corporación Municipal de Desarrollo Social de Iquique
Notas:
[1]https://www.24horas.cl/data/nuevo-informe-epidemiologico-registra-7364-fallecidos-entre-casos-confirmados-y-sospechosos-de-covid-19-4270584
[2]https://www.t13.cl/noticia/negocios/codelco-anuncia-detencion-todos-sus-proyectos-zona-norte-aumento-casos-covid-19
[3]https://www.df.cl/noticias/reportajes/covid-19-en-cifras-242-355-contagiados-en-chile-y-4-479-muertes-oficiales/2020-03-16/214213.html
[4]https://www.t13.cl/noticia/negocios/presidente-cpc-pais-no-puede-soportar-situacion-paralizacion-total
[5] Se agradece la información respecto de estos hechos al compañero Juan Roco Morales, asesor del Sindicato N°3 de ISS.
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