Plebiscito de 1988: Un NO con gusto a SÍ
por Jorge Molina Araneda, Eduardo Gómez Rojas (Chile)
6 años atrás 5 min lectura
Dedicamos este artículo a don Carlos Campos Villalobos,
presidente en 1985, del sindicato de la empresa Vera y Giannini Imprenta y,
por sobre todo, sobreviviente de la prisión dictatorial.
“Ninguna de las esperanzas que algunos grupos habían hecho durante el período de la dictadura –que podríamos ir más allá de la simple recuperación democrática– se pudieron realizar. Ello porque la Concertación continuó con la aplicación del modelo neoliberal y fue más allá que la dictadura”
Tomás Moulian, sociólogo (2012).
La campaña del NO, a cargo de expertos en publicidad, “vendía” con credibilidad la idea de “La alegría ya viene”. Por su parte, los cabecillas del SÍ apostaron por la campaña del terror tratando de sugestionar que el triunfo del NO era el regreso a lo peor de la UP: caos y desgobierno. Imposible olvidar una risible frase que decía “aunque el marxista se vista de seda, marxista queda”. Craso error de los cerebros de la campaña del SÍ -entre ellos Manfredo Mayol, padre de Alberto Mayol exprecandidato presidencial del Frente Amplio- puesto que los propios partidarios de Pinochet manifestaron lo pueril de la propaganda del continuismo y lo grandiosa que fue la campaña adversaria.
Tras el regreso a la democracia algunos vaticinaron el fin del sistema neoliberal implantado por la dictadura cívico-militar, a sangre y fuego, pero ocurrió todo lo contrario, pues los gobiernos de la Concertación lo mantuvieron y profundizaron, aunque ellos convenientemente lo nieguen. Fue el SÍ el que realmente triunfó.
El paroxismo neoliberal de los pseudo izquierdistas chilenos se tradujo en carreteras concesionadas con valores de país del primer mundo y servicio de segunda, ejecución de proyectos inmobiliarios para sectores vulnerables a cargo de privados que encarecieron el costo de las viviendas, concesiones de cárceles, concesiones de hospitales y conculcar la libertad de expresión, pues durante la dictadura militar chilena había prensa opositora legalmente constituida y funcionando como las revistas Apsi, Análisis, Hoy, Rocinante y el diario La Época, que cuando necesitaron ayuda económica, ya en democracia, fueron literalmente cerradas por el gobierno de Patricio Aylwin. De acuerdo al sociólogo Felipe Portales:
“Se hicieron inmensos esfuerzos por bloquear una ayuda millonaria proveniente del gobierno holandés, destinada a mantener vivas las revistas Apsi, Análisis y Hoy. Lo más inaudito son las excusas del gobierno chileno, que vislumbró este aporte monetario como una injerencia en los asuntos internos del país. Además, hubo poca disposición para discriminar el avisaje estatal. Una pequeña cantidad de publicidad del Estado habría sido capaz de mantener con vida a medios como La Época o Rocinante. Sin embargo, la Concertación se opuso completamente a adoptar esta medida”.
Podemos concluir que, parafraseando a la terrorífica campaña del SÍ, aunque el neoliberal se vista de socialista, neoliberal queda.
Manuel Antonio Garretón en su Neoliberalismo corregido y progresismo limitado señala que durante los gobiernos concertacionistas ha habido una democracia incompleta, ausencia de transformaciones profundas de las instituciones y acomodamiento a la situación socioeconómica legada por la dictadura.
En el seminario «Vientos de Cambio», organizado por Moneda Asset Management, en 2017, el expresidente Lagos señaló «La tarea número uno de Chile es crecer, todo lo demás es música«.
El problema de aquella sentencia, expresada por el exmandatario, es que esa “música” de la que se desentendió la Concertación es la que tiene descontenta a muchas personas, ya que no abrogaron y, es más, profundizaron el legado dictatorial, el cual se traduce, según la Fundación Sol (2013), en:
–Constitución Política (1980), con vicios en cuanto a su origen y a procedimientos participativos y plenamente democráticos y de control durante su plebiscito.
–AFPs (1981), capitalizan a los grandes grupos económicos.
–Plan Laboral (1979), despolitizó los sindicatos.
–Decreto Ley 2.950 (1979), trabajo precario mediante la subcontratación.
–Fondo de Utilidades Tributarias (1984), los tributos se pagan sobre las utilidades retiradas y no sobre la base de su existencia. Los dueños de las grandes empresas crearon sociedades de inversión a fin de no pagar impuestos.
–Decreto Ley 701 (1974) aseguró la acumulación de los grupos Matte y Angelini, en materia forestal.
–Mercado Educacional (1981), las escuelas particulares reciben subvención, pueden seleccionar a los estudiantes, lucrar y, a partir de 1993, cobrar aranceles. En Educación Superior, las universidades estatales solo cuentan con un 12 % de financiamiento fiscal basal, el 77 % del gasto lo realizan las familias.
–Fonasa (1980) e Isapres (1981), hoy en día el gasto público en salud es uno de los más bajos entre los países OCDE, mientras que el gasto de bolsillo de los usuarios uno de los más altos.
–Ley General de Bancos (1986), segmentó carteras de acuerdo al riesgo financiero, es decir, hogares de ingresos bajos es más riesgoso y, por lo tanto, se le impone una mayor tasa de interés.
–Desnacionalización del cobre (1981), se renuncia a la soberanía sobre los recursos minerales. Hoy, el 70 % de la minería se encuentra en manos privadas.
–Privatización de las aguas (1981), el titular de un derecho de aprovechamiento puede comercializar con éste, lo que anuló el rol del Estado como garante del uso racional del agua, dejando en manos de privados la determinación de la necesidad de uso de acuerdo a criterios económico-particulares.
El Premio Nacional de Historia 2006 Gabriel Salazar refrenda la traición de la “izquierda”… “los partidos de ideas socialistas terminaron por aceptar el modelo neoliberal. Incluso el Partido Comunista acepta el modelo y ha gobernado más para mantener el sistema que para cambiarlo, entonces naturalmente han traicionado sus convicciones y la confianza que le depositó la ciudadanía».
Finalmente, este 5 de octubre se conmemoran tres décadas del triunfo del No; sin embargo, su sabor al día de hoy, hasta para el paladar menos refinado, deja una amarga y radical sensación que el Sí ganó en definitiva.
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