Las huellas de las actividades criminales de la OTAN en mi país todavía existen. La más dolorosa de ellas no es visible para el ojo común: el uranio empobrecido que, junto con las municiones, fue vertido por toneladas en el fértil suelo serbio. Occidente ha cometido un genocidio contra mi pueblo. Con el tiempo, si Dios quiere, esta verdad se conocerá en todo el mundo. El mundo merece la verdad, y la verdad es siempre la misma.