rechazamos categóricamente el considerar la adquisición y uso de estos dispositivos acústicos de largo alcance, cuya intensidad fluctúa entre 137 dB y 162 dB, según los modelos en el mercado. La exposición, incluso por corto período de tiempo, a sonidos estridentes de dicha intensidad, puede ocasionar daño permanente inmediato el órgano auditivo, lo que varía desde la perforación de la membrana timpánica hasta las muerte de las células encargadas de la audición en la cóclea y la degeneración de las fibras nerviosas que transmiten el sonido. Además dichos dispositivos son capaces de generar otros síntomas, como migraña, tinitus, desequilibrio, náuseas y vértigo.