El caso fue dado a conocer a través de la prensa de la época, exponiendo el “sacrificio” del infante como parte de un ritual mapuche para calmar la furia del mar, luego del poderoso terremoto y el posterior maremoto que arrasó buena parte de los pueblos costeros, entre ellos Puerto Saavedra a pocos kilómetros de dicha comunidad. Sumado a la conmoción de la catástrofe, entre las miles de muertes, la del niño Painecur se torna única: los mapuches de esa zona, para apaciguar las fuerzas del mar, consideraron necesaria su muerte.