En un contexto de polarización y descalificaciones, no corresponde pedirle a las víctimas que se hagan cargo de aquello que no ha logrado la política: ampliar la convocatoria a una conmemoración de Estado y buscar un diálogo unitario en un país severamente dividido. No es justo pretender que el reencuentro político sea de responsabilidad de quienes han cargado el peso de mantener viva la memoria de las violaciones a los derechos humanos, recibiendo una justicia a cuentagotas y una reparación mezquina.