En la vida real la prostitución es un engranaje más del mercado de la globalización, de las máquinas mafiosas que mueven a cientos de miles de mujeres en todo el mundo, en un negocio de miles de millones estructurado como un mercado de materias primas, protegido por poderes corruptos, tolerado por una sociedad hipócrita y manipulado por leyes igual de hipócritas (la nueva normativa europea incluye el negocio de la prostitución y las drogas como una entrada más del PIB) va quedando poco lugar para ese glamour idealizado con que se ha caracterizado a las putas.