Nunca hubo nada parecido: un imperio que prometía una tierra que aún no había conquistado a un pueblo que no vivía allí, sin preguntarles a sus habitantes. No hay otra forma de describir la increíble temeridad colonialista que se desprende de cada letra de la Declaración Balfour, que marca ahora su centenario. La Declaración de Balfour podría haber sido un documento justo si hubiera prometido el mismo trato tanto a las personas que soñaban con la tierra como a las personas que allí habitaban.