El cuadro político sudamericano continúa fijándose con sucesivas capas de denso óleo progresista y variados cromatismos según la ubicación, historia y capacidad de absorción de la tela. Le otorgan al conjunto de la región una tonalidad que -aún con indefiniciones y hasta importantes contradicciones- ratifica un rumbo opuesto al del resto del mundo, tanto hegemónico como de buena parte del subalterno. Mientras unos se estancan, los otros crecen. Mientras unos concentran la riqueza y repelen el empleo, otros la distribuyen aún tímidamente y crean fuentes de ocupación laboral. Mientras unos se enfrascan en guerras, ocupaciones y matanzas, otros las condenan e intentan integrarse en paz.