Si antes los paraísos del Renacimiento y de los siglos XIX y XX fueron sueños de igualdad, los de ahora pertenecen a lo que un autor denominaba “la religión de la desigualdad”, es decir, en la idolatría del mercado mientras más diferencias haya entre ricos y pobres, más perfecta es la sociedad que, lógicamente, debe ser dirigida por triunfadores en la lucha por darwinista por la existencia – la igualdad sólo conduce a la servidumbre totalitaria, perseguida por los socialistas de todos los tiempos -.