La leyenda parecía eterna pero, sin embargo, se disolvió en la nada, en apenas poco más de una semana.
A mediados del pasado siglo Estados Unidos había anunciado a bombo y platillo que Puerto Rico dejaba de ser una colonia y se transformaba en un socio con el que habría suscrito un Pacto, supuestamente entre iguales, bautizado como “estado libre asociado”.