Ñanculef, como se enteró Manuel esa mañana en la Villa Olímpica, había sido detenido en una terminal de Temuco; el trabajo orgánico en el sur había sido detectado por los agentes de seguridad de la dictadura. Pusieron varias pistolas contra su cabeza cuando se sentó en el bus que lo iba a trasladar a Santiago. Ñanculef fue salvajemente torturado y luego debió soportar varios años en diferentes cárceles de la zona.