Las economías avanzadas también experimentan una desigualdad persistente y cada vez mayor, y su efecto sobre los derechos humanos es alarmante.
Las consecuencias de la desigualdad no se limitan únicamente al ámbito económico. A medida que los recursos se concentran cada vez más en las manos de unos cuantos, quienes ocupan posiciones de poder en los ámbitos social y gubernamental tienen fuertes incentivos para mantener el statu quo.