Todavía me parece increíble lo que pasó hace apenas unas pocas horas. Yo andaba tratando de evitar que me alcanzara una nube de gas lacrimógeno que invadía una urbanización de bellos jardines en el corazón de los Estados Unidos, mientras que unos policías lanzaban a mi amigo y colega, el periodista Wesley Lowery, contra una máquina de venta de refrescos, y luego lo detuvieron cerca de allí.