«La ley 19.886 norma las licitaciones públicas, pero ello no mengua la incidencia del ‘pituto’. Solo hace que esta modalidad de influir pase más desapercibida y, por tanto, se haga menos vistosa a simple vista. Pierde protagonismo, pero gana algo que la praxis política adoptó plenamente: la transversalidad. Gracias a esto último, se producen los intercambios de favores. Hoy por esta empresa, mañana por la mía. Así, el ‘pituto’ muta de un órgano a otro, haciéndose resistente a los ‘antibióticos’ del control».