[El doctor Guijón] había recorrido,[…] ese pasillo buscando la máscara antigases […], por lo que sus ojos se habrían adaptado a que el mismo estuviera “absolutamente a obscuras” […] es decir, sus pupilas habrían aumentado de tamaño -se habrían dilatado- para que cualquier luz, por tenue que fuera, llegara hasta su retina. En consecuencia, cuando el citado doctor llegó a aquel sitio y desde el mismo miró al sofá, la luz natural que entraba en el salón por la puerta nor-oriental, frente a la que estaba, habría incidido directamente en su ojos, deslumbrándole, es decir, que se habría quedado sin vista, al menos momentáneamente.