La falta de derechos, el exceso de deberes, la condena por no tener recursos, son realidades comunes a inmigrantes y muchos, muchísimos chilenos. El pecado en este suelo parece ser uno: tener la desgracia de nacer pobre en un país que tiene como única meta social el éxito y el consumo, vestirse con lo material para cubrir la desnudez valórica en la que vivimos.