La madrugada del 6 de octubre de 1988, mientras el mundo entero celebraba la gesta pacífica de los chilenos que habían derrocado, armados con un lápiz y un papel, a un dictador, ocurrió un hecho silencioso en que nadie reparó, pero que marcaría a fuego el Chile que se empezaba a dibujar en ese momento único de euforia democrática.
Las Casas del No cerraron sus puertas para siempre.
«Ahí quedó decretada una transición construida para la gente, pero evitando a la gente. Aquella maravillosa fiesta de la democracia terminó en un coitus interruptus, en el inicio de una ausencia civil»