Pareciera ser que, tras 30 años de procesos electorales mayoritariamente secuestrados por la gobernanza neoliberal transitológica, el voto en Chile ha vuelto a aparecer como una coyuntura importante para las fuerzas transformadoras. No sólo parlamentarios se han visto forzados a responder ante un pueblo que ya no es indiferente por las opciones que han tomado desde el 18 de octubre, sino que también la ciudadanía tendrá esta vez la oportunidad de hacer valer su voto, para una de las elecciones más significativas desde el fin de la dictadura: aquella donde se definirá la redacción y el modo de elaboración de una nueva constitución. En este contexto, resulta interesante pensar la ambigüedad que rodea una de las discusiones a la orden del día de las últimas semanas, aquella sobre la reinstauración del voto obligatorio.