El poder del Leviatán occidental hizo saltar en pedazos la cohesión social en los vastos territorios de la Media Luna y produjo un despertar brutal de fuerzas que estaban controladas o semidormidas. Mientras las elites musulmanas tuvieron la opción de integrarse a “una civilización superior”, los excluidos se aferraron a Alá Akbar (Dios es el más grande) como a un clavo ardiendo.