No hay que confundir pecados con delitos
Vivimos tiempos complejos, en que sectores de la sociedad que profesan una religión, confunden lo que ellos llaman pecado con lo que las leyes definen como delito. De esa forma esos creyentes se han volcado en contra de acuerdos tomados por Chile, como sociedad, queriendo anularlos. Ejemplo de esto es la exigencia por anular derechos conquistados por la mujer, o promoviendo con acciones violentas la anulación de la decisión tomada por la sociedad de reconocer los derechos de homosexuales y transexuales. Es preciso que los creyentes permanezcan en sus Iglesias y templos, oren, canten y celebran allí sus ritos, pero dejando tranquilo al resto del mundo, que respeta, pero no cree en sus dioses y no tiene porque vivir de acuerdos sus exigencias.
El Vaticano debiera adherir y ratificar las Declaraciones Universal de los Derechos Humanos, del Niño y de la Mujer
La firma de dichos compromisos internacionales obligaría a la Iglesia a hacer profundas reformas internas y sociales como p.ej. la elección de los obispos, la instauración de un poder judicial independiente, la imprescriptibilidad de los delitos de pedofilia y la igualdad y el respeto pleno de las mujeres en la Iglesia.
Es la hora del humanismo y de la democracia participativa
La profundización de la democracia obliga a que sea cada vez más “participativa”, esto es, a incorporar otras variables que provienen de la propia percepción de las personas y de su mismísima realidad. Los pueblos no pueden dejar de ser ni de sentirse partícipes de su destino y de su propia vida, porque la estabilidad social no la dan los pocos que controlan el poder político y el poder económico-financiero.