La banalidad, la estulticia y la superficialidad en la discusión política, como fecunda herencia del período dictatorial, deben ser completamente erradicadas de la discusión política; también la grosería, la descalificación y toda conducta que se manifieste notoriamente agresiva. Los medios de comunicación tienen, al respecto, la gran responsabilidad de contribuir a esa primordial tarea.