El mismo día del golpe de Estado de 1973, al contrario de tanto joven demócrata cristiano y de la dirección hegemónica de ese partido que brincó de dicha, brindó con champaña y aplaudió a rabiar y con rabia anticomunista al generalato mientras La Moneda se eternizaba como lección para los pueblos del mundo; tú, Patricia Amalia, podrida de indignación, contraviniendo la orden del partido, te colgaste de la bandera chilena izada para celebrar la ruina de Allende en el patio de tu colegio porque el olor de la muerte y la infamia te sublevaron.