«De niño conocí España, sin venir aquí. En el Quijote, como casi todo latinoamericano. El Quijote me enseñó el individuo que podía caminar, que podía andar los caminos encima de un caballo, deshaciendo entuertos.
De alguna manera, ahí aprendimos que alguna función que teníamos era el caminar para construir justicias. Un caminar eterno que acompañaba la vida de manera permanente. Nos decían locos a veces, muchos epítetos hemos recibido simplemente por cabalgar tratando de encontrar la justicia, el amor. No se puede desligar la búsqueda de la justicia con la búsqueda del amor.»