Al tiempo que se desarrolla la crisis política en Venezuela, mucho se ha dicho sobre los claros intereses de la Administración Trump en la privatización y explotación de las reservas petroleras venezolanas, las más grandes del mundo, por firmas gigantes como Chevron y ExxonMobil. Pero la influencia de otra notoria compañía estadounidense, Monsanto -ahora una subsidiaria de Bayer- no ha sido mencionada. Mientras numerosas naciones latinoamericanas se han vuelto «sálvase quien pueda» para las compañías biotecnológicas y sus afiliadas, Venezuela ha sido uno de los pocos países en pelear con Monsanto y otros gigantes de la agroquímica internacional y ganar.