Monsanto, poder detrás del trono: Mercado mundial aparente y provincianismo real
Como prueba y expresión del autismo planetario que vive Argentina en particular y la “República Unida de la Soja” (1) en general, los debates de hace apenas un mes entre los gobiernos ruso y estadounidense sobre la progresiva extinción de las abejas ha sobrevolado nuestras ausentes cabezas, como si la fumigación aérea que se ha enseñoreado en “el país de la soja” hubiese hecho ya efecto adentro de ellas.
En efecto, Putin acaba de ponerle un ultimato a Estados Unidos conminando a su gobierno a que disponga medidas contra los gigantes de la ingeniería genética que se han ido adueñando de la agroindustria sobre la base de semillas transgénicas.
Apicultores acusan al MINAGRI de ignorar contaminación transgénica
Italia prohibió hace unos días el cultivo de transgénicos en su territorio, con lo que se sumó a la mayoría de los países de la Unión Europea. Sólo quedan Portugal y España como reductos de agro-transgénicos. En América Latina, se prohibieron en Perú, Venezuela y Ecuador. Brasil tiene ley de etiquetado, para que la gente pueda decidir si quiere o no comer transgénicos. En Chile, el ministro de Agricultura Luis Mayol, ha declarado su apoyo a esta industria, pese a que los productores de miel insisten en la situación de muerte de abejas que consumen pesticidas, y al hecho de que la Unión Europea esté devolviendo cargamentos. En Chile la miel se produce como orgánica, pero en Europa descubren que es transgénica.