Pero después de todas nuestras discusiones, papá, después de todas las veces que me fui a llorar a mi pieza de pura frustración por constatar que tú nunca ibas a ceder, debo decirte que siento menos rabia. Ese sentimiento ha ido en retirada y ha dejado espacio para una pena profunda, una pena que se vuelve cada vez más abismante, cuando te escucho decir en tono burlón que “ya salieron de nuevo con la weaita de la justicia, el perdón y el olvido”, que no entiendes “para qué le siguen dando con eso, si ya pasó” y que “por qué no se aburren de una vez”.