A Madoff le cayeron 150 años de presidio por haber batido todos los récords mundiales en materia de estafas individuales.
Clavó a sus clientes en más de 13,000 millones de dólares de un total de 65.000 millones que depositaron en su firma. Entre ellos, varios chilenos que han preferido no hacer mucha bulla porque les resulta difícil justificar de donde sacaron la plata por la cual no aparecen pagando impuestos en su país. No son los únicos estafados en esta situación.
Madoff podría haber apelado 100 años de perdón, si no fuera por el detalle que estafó también a muchas instituciones benéficas, incluida la fundada por Simón Wiesenthal, que ha logrado desenmascarar criminales de guerra nazis. Le birló 50 millones de dólares que constituían casi todo su patrimonio.
Como se sabe, la estafa consistía en una pirámide de las llamadas Ponzi en honor a su inventor de principios del siglo pasado. El mecanismo consiste en ofrecer utilidades espectaculares a los depositantes, las cuales se pagan con los depósitos de los incautos que vienen detrás. El saldo a favor va al bolsillo del estafador. Todo se viene abajo, sin embargo, como un castillo de naipes, cuando los depositantes empiezan a retirar fondos por montos mayores a los nuevos que llegan.
En Chile opera actualmente un gigantesco esquema de este tipo, que se encuentra en grave riesgo de convertirse en una estafa de dimensiones muchísimo mayores que la de Madoff. Las autoridades se encuentran perfectamente al tanto de esta situación y no hacen absolutamente nada para proteger a los ciudadanos. No es ilegal en Chile. Por el contrario, funciona autorizado y protegido por una ley de quórum calificado que obliga a todos los ciudadanos a participar del mismo.
Al igual que en el caso de Madoff, quiénes la administran gozan de gran respetabilidad y financian todo tipo de actividades de orden académico, cultural y benéfico. Al parecer, ello está de moda en Chile entre quiénes se llevan dinero de otros a manos llenas. Mantienen una inmensa presencia en los medios de comunicación masivos, donde incluso generalmente financian algunos de los principales noticieros de la TV.
No. No se trata de la corredora Serrano, cuyo propietario se apropió de acciones al portador que sus clientes le habían dejado en custodia y dispuso de ellas por su cuenta. Sus problemas se generaron con la caída de las acciones a raíz de la crisis, que lo pilló mal parado. “Lo hice por instinto de sobrevivencia,” declaró el campeoncito. No parecía nada compungido. A sus ex-clientes no les hace ninguna gracia y están tratando de recuperar algo que sea de los miles de millones de pesos que confiaron al “sobreviviente.”
La preocupación de la autoridad y de varios otros inversionistas es que no sea la única corredora en esta situación. Sin embargo, aún si así fuera y es probable, seguiría en el plano más bien “rasca” de unas cuantas decenas de millones de dólares. Chauchas en los tiempos que corren.
Las dimensiones del esquema Ponzi que estamos hablando es de muchos miles de millones de dólares. Cada año, miles de inocentes ciudadanas y ciudadanos son inducidos a invertir los ahorros de toda su vida en este esquema. Como los amables lectores habrán adivinado, no es otro que el mecanismo de pensiones vitalicias que los afiliados a las AFP se ven forzados a contratar con aseguradoras privadas al momento de jubilar en esta modalidad.
Funciona exactamente igual que el de Madoff. En otras palabras, pagan a los que ya efectuaron depósitos con los nuevos que llegan. El saldo queda a favor de sus geniales émulos chilensis.
Las aseguradoras pagan cada año las rentas vitalicias con “captaciones” que son nada menos que la totalidad de los fondos de pensiones de los que se jubilan ese año. La propiedad de éstos pasa íntegra a las aseguradoras.
En el caso de la Aseguradora Le Mans, de propiedad del grupo Inverlynk, se trataba de estafadores hechos y derechos. En el caso de las supuestamente “venerables” aseguradoras cuyas siglas llenan las calles y carreteras de Chile, ya resulta adecuado por lo menos hablar de apostadores irresponsables. En efecto, las principales de ellas ya perdieron gran parte de los fondos que les traspasaron los pensionados, en la ruleta de los derivados financieros.
El año 2008, por ejemplo, 17,285 afiliados a las AFP contrataron pensiones vitalicias. Sus fondos de pensiones, cuya propiedad se traspasó en ese acto a las aseguradoras, sumaron más de un billón de pesos – exactamente 1.002.803 millones de pesos según El Mercurio -, que equivalen a poco menos de 2,000 millones de dólares (ver nota “Chao ING”). Es decir, cada uno de ellos aportó en promedio un fondo de 58 millones de pesos a la gran pirámide Ponzi chilensis.
Los fondos traspasados por estos 17.285 pensionados del 2008 fueron suficientes para pagar las pensiones vitalicias de los 383.017 jubilados por AFP que recibieron pensiones en diciembre de ese año, incluidos los 17.285 donantes del año. Ellos constituyen la totalidad de quiénes han optado por esta modalidad en el sistema de AFP y representan el 56,5 por ciento de las 677.968 pensiones que entregaba el sistema de AFP en diciembre del 2008.
En efecto, el costo total de las pensiones de renta vitalicia pagadas ese año fue de 933.542 millones de pesos. En promedio, alcanzaron a 9,7 UF/mes, equivalente a unos doscientos mil pesos mensuales por jubilado.
En otras palabras, al igual que Madoff en sus tiempos de gloria, las aseguradoras, pudieron pagar todas las pensiones con las “captaciones” del año y se embolsicaron 70.000 millones de pesos netos. Éstos rápidamente desaparecieron en el hoyo sin fondo de las pérdidas de sus casas matrices.
Hacia el futuro la situación promete mejorar cada vez más, puesto que el número de aportantes anuales aumentará rápidamente a medida que las personas que se cambiaron al sistema de AFP en 1981 alcanzan su edad de jubilar.
Lo mismo han venido haciendo año tras año desde que se inició este esquema en Chile.
Si se consideran adicionalmente las pensiones de invalidez y sobrevivencia, que también son contratadas con las aseguradoras, entre 1982 y 2006 éstas se embolsaron primas netas de beneficios pagados, por un total de 5,3 billones de pesos.
Es decir, más de diez mil millones de dólares. Estas fueron ganancias netas para ellos. No las devolverán nunca, puesto que como se ve, las “captaciones” anuales les alcanzan de sobra para
Las AFP, para no ser menos, se embolsicaron entre 1982 y 2006 otros 4 billones de pesos – unos ocho mil millones de dólares – en comisiones de administración. De este modo, entre ambas se embolsaron 9,3 billones de pesos en el mismo período. Esta cifra corresponde exactamente a la tercera parte del total de cotizaciones obligatorias descontadas a los afiliados entre 1982 y 2006, las que sumaron 27,9 billones de pesos.
De este modo, las AFP y aseguradoras privadas – las más importantes pertenecen al mismo dueño, por cierto -. se embolsicaron uno de cada tres pesos cotizados por los afiliados.
Las 17.285 rentas vitalicias contratadas el 2008 superaron la cifra del 2007 en más de un 18 por ciento. Por otra parte, representaron un 48 por ciento del total de pensiones contratadas ese año, mientras el 2007 dicho porcentaje fue 41 por ciento. Entre enero y abril del 2009 se han contratado 4.936 rentas vitalicias, las que representan un 94 por ciento del total de pensionados.
Incluso los corredores de seguros están indignados porque las aseguradoras están logrando estos éxitos contratando un ejército de vendedores que se los saltan olímpicamente, burlándose de la recientemente aprobada reforma provisional.
No es posible que las autoridades sigan haciendo oídos sordos. Ante la insolvencia de la industria aseguradoras, el Estado debe ofrecer a los que jubilan por AFP la alternativa de una pensión vitalicia pública. Para ello, debe permitir a todos los que se encuentran próximos a jubilar la desafiliación de las AFP y el retorno al sistema público de reparto.
– El autor es Economista CENDA
* Fuente: El Ciudadano
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