Chile es un país cínico. En la médula de su cultura está el doble estándar, el discurso torcido, el SÍ que no es NO. Somos un país mojigato y relativista, y hasta cierto punto cobarde.
Por eso criminales como Álvaro Corbalán pueden publicar un libro, en el cual basta leer sus primeras líneas para verificar que niega los crímenes que cometieron él y el Estado que lo amparó. Son muchos. Y me atrevo a decir que en un plebiscito, gana la voz de quienes sostienen que un asesino como Corbalán o cualquier otro de su categoría, tiene el derecho a decir lo que quiera porque en Chile existe la libertad de expresión. Da lo mismo que con sus palabras haga apología del crimen y ofenda en lo más profundo a los familiares de los caídos y sobrevivientes del Estado Terrorista.