Estados Unidos tiene una larga y sanguinaria historia de desestabilizar gobiernos democráticos en los mismos países que ahora son la fuente de esta última oleada inmigratoria, especialmente Honduras, Guatemala y El Salvador. En las décadas de 1980 y 1990, los regímenes militares y paramilitares, que contaban con el apoyo de Estados Unidos, mataron a cientos de miles de ciudadanos en esos países. Los cárteles de drogas de la actualidad son los herederos de esa cultura de violencia.